domingo, 28 de septiembre de 2014

7. Primer día-La fiesta (parte 3)


Valeria Vailati
A ver quién es el listo que se mete en el lago!-gritó Marlon a mi oído, dándome un codazo.
-Yo no, eso tenlo claro-respondí, mirándole mal y alejándome de él, aunque lo único que quería era estar más cerca.
Dos personas empezaron a soltar risitas detrás de mí, y me giré. Eran Elva y Leon.
-Pero, a vosotros dos, ¿qué os pasa?-dijo Sarah poniéndose a mi lado. Elva y Leon solo se miraron con un gesto cómplice y se echaron a reír. Supuse que tenía algo que ver con aquella noche que habían pasado juntos, ya que mi mejor amiga no había querido hablar del tema.
-¿Qué me das esta vez si me meto, Leon?-le preguntó ella poniéndole ojitos. Comportamiento que nunca había visto en ella. Interesante.
-Lo que tú quie... mejor dicho, te dejaré meter algún gol cuando juguemos al fútbol.
Eh! Eso es trampa. No hay trato.-respondió ella.
Él la cogió por detrás de la espalda y las piernas y la levantó del suelo, como las novias. Elva empezó a retorcerse y a pegarle puñetazos, pero no sirvió de nada. Acabó en el lago hasta el cuello gritándole insultos en español a Leon, lo cual, debo admitir, fue demasiado gracioso, porque solo Javi y yo la entendíamos.
-Tú serás la siguiente-me dijo alguien al oído, pero no me dio tiempo a darme la vuelta a ver quién era, porque acabé dentro del lago con Elva. Al final acabamos todos en el lago, el cual, sorprendentemente, no estaba frío, pasándonos una pelota hinchable como si fuéramos niños pequeños.
***
Sentía que me iba a explotar la cabeza. Todo parecía demasiado irreal, tenía que haber algún agujero en toda la perfección que me rodeaba, pero quería encontrarlo antes de caerme por él.
Salí de la ducha y me envolví en una toalla. Cuando pasé a la habitación, vi a Elva rodeada de bolsas de supermercado, llenas de botellas de alcohol y refrescos.
-¿Qué es todo esto?-pregunté, comenzando a vestirme.
-Eh, para, para, Val. Ponte algo más bonito, haz el favor.- dijo mientras me quitaba los pantalones de chándal que acababa de coger de las manos.
-¿Por qué? ¿Qué es esto, El?- repetí, con los brazos en jarras.
-¿No te has enterado? Hoy hacemos botellón al estilo español, a escondidas de los mayores y adultos responsables.
Abrí los ojos y la boca sorprendida. Nadie me había dicho nada. Capullos.
-Vístete, anda. Voy a por mi vestido y vuelvo en cinco minutos.
Mi mejor amiga salió de la cabaña y me quedé sola en ropa interior.
Botellón. Alcohol. Marlon.
Tenía que encontrar algo que ponerme.
***
Salimos por la puerta cargadas con las bolsas llenas de ron, whisky y vodka, zumos, hielos y vasos. Incluso habíamos comprado vasos de chupito. Estábamos preparados.
A  mí, personalmente, no me gustaba beber. Bebía, pero con moderación. Nunca me había pasado, Elva tampoco, aunque ella bebía más que yo, pero más de una vez habíamos tenido que controlar a Javi. Quizás hoy era el día de pasarse un poco y tirarse de cabeza al lago a ver qué salía de ahí.
Llegamos al lago cuando ya todo el mundo estaba sentado en la mesita de madera que habíamos traído para tomar los chupitos, y donde íbamos a poner la música. Nos recibieron a los tres con gritos y aplausos y varios “ole”.
Estaban todos: las diez fieras, los nueve restantes del “equipo” de Elva y nosotros tres. Pusimos música inmediatamente y decidimos jugar a un juego que se llama el “Yo nunca”. Consiste en que una persona diga una frase comenzando con “yo nunca...”  o “a mí nunca...” y una acción, y si alguien del grupo lo ha hecho, tiene que tomarse el chupito. Siempre sucede, se comienza con cosas estúpidas como “yo nunca me he comido los mocos” y termina con cosas mucho más serias y personales.
Yo nunca me he caído en público!- gritó de repente Raban, ya un poco contento, como la mayoría.
Yo nunca me he creído una estrella de rock!
Yo nunca he imitado a Jimi Blue rapeando!
-A mí nunca me ha gustado ninguno de los presentes.-dijo Marlon de repente. Todos nos callamos, lo meditamos un segundo, y varios de ellos bebieron inmediatamente, cono Jimi y Sarah. Leon se lo pensó un poco más y bebió. Marlon me miró y apartó la vista. Después miró a su chupito y, a la vez que Elva y Javi bebían, se lo tomó entero. Yo los seguí y cerré la ronda. Y con esa se acabó el juego del yo nunca.
Todos nos levantamos, cogimos los vasos grandes y comenzamos a beber a lo grande. Yo no sabía qué acababa de pasar, así que me eché un vaso entero de vodka lima y empecé a bailar con todos mientras lo dejaba vacío.
No sé si fue el alcohol, la luna sobre el lago o la ciencia infusa, pero llegó un momento (y no recuerdo bien cómo) que estaba bailando sola con Marlon. Bastante apartados del resto, aunque nadie parecía fijarse. No sé qué me dijo, pero sé que tropecé con una raíz de un árbol cercano y me caí al suelo, arrastrando a Marlon conmigo.
-La verdad es que menudas situaciones en las que te encuentras en la vida-dijo él riendo. Yo me incorporé pero seguí sentada a su lado. Era ahora o nunca. No sabía si decirle algo, o besarlo directamente. Me decidí por intentar hablar con él.
-Marlon, ¿puedo decirte algo?-pregunté intentando controlar una risa tonta que me acababa de entrar.
-Dispara-respondió él entre risas.
-Bueno, eh,-comencé.- yo... Quiero decir, desde pequeña... dios, no estoy haciendo esto nada bien... que... tú a mí... siempre me has parecido muy guapo, Marlon-conseguí decir al final, pero sentí el calor subiendo a mis mejillas y mi corazón acelerándose.
Marlon se puso muy serio de repente.
-Valeria, me caes muy bien, y eres muy guapa y muy maja. No sé si tus tiros van por donde creo que van, pero tengo que decírtelo por si acaso. Hace tiempo que ya no sé quién soy, y recientemente me he dado cuenta de que me gusta una persona, en realidad desde hace bastante... pero no es quien te podrías esperar.
No estaba entendiendo nada, y apenas lo oía por la sangre palpitando en mis oídos.
-Marlon, si me vas a rechazar, dímelo ya- lo corté, probablemente por el alcohol corriendo por mis venas, pues yo nunca era tan directa.
-No es por ti, Valeria. Soy gay.
Tardé un poco en registrar sus palabras. Entonces me acordé. Si no era yo, ni ninguna otra chica del grupo,  por quien había bebido antes, entonces ¿quién le gustaba a Marlon?

sábado, 1 de marzo de 2014

6. Primer día (parte 1)


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Elva Valles
Era el primer día de rodaje, así que me levanté y me puse el chándal de mi “equipo”: los monstruos de Starnberg. Tenía entendido que en las películas no se rodaban las escenas en orden cronológico, pero en esta sí. Así que empezaríamos por el principio.
Fui a desayunar y me sorprendí al ver el comedor lleno de gente. No solo el equipo de rodaje y el directivo, sino el resto del elenco de actores. Me acerqué a la mesa en la que ya estaban sentados Jimi, Leon, Sarah, Kevin, Wilson, Javi y Valeria, y dos personas que yo no conocía. Una era una chica altísima, rubia y con mirada altiva, y la otra un chico bajito que me sonaba muchísimo, que resultó ser Konrad, el que hacía de Juli. Sin embargo, no tuve tiempo ni de sentarme, ya que Joachim apareció por detrás de mí y me llevó afuera con el pretexto de “repasar el guión”.
Me lo sabía casi de memoria. Años después de la última película, Markus iba caminando por la calle cuando de repente se encuentra con Vanessa y su abuela. Los dos comienzan a buscar a todos los antiguos miembros de las fieras y consiguen reclutar a diez: ellos dos, Leon, Marlon, Nerv, Raban, Joschka, Klette, Juli y Maxi. Un día, jugando entre ellos en un campo de fútbol escolar, un equipo de fútbol se les acerca y les propone un torneo de fútbol que durará diez días, durante los cuales deberán vivir todos en ese campo y jugar partidos. Las fieras aceptan, pero no saben que dentro de ese equipo hay de todo: gente normal que solo quiere jugar al fútbol, personas que quieren sabotear la amistad de las fieras, y también que quieren quitarles el título de uno de los mejores equipos de fútbol.
-Elva- me dijo Joachim cuando llegamos al lago.- Solo quería preguntarte si estabas de acuerdo con todo el guión. Sobre todo, con la última parte, la de...
-La de la página 512-completé yo. Maldita página 512.
-Esa- contestó él riendo.-Soy consciente de que es mi hijo y de que no había nada escrito, pero fue un cambio de última hora. De hecho, solo está incluido en vuestros guiones, por si no estuvieseis de acuerdo.
-Sí, o sea, no, no me importa- en realidad sí que me importaba, notaba el color subiendo por mis mejillas.
-Perfecto-contestó él.- Y otra cosa más, estábamos pensando que, aparte de lo que os puedan enseñar todos estos, podíamos buscaros a un profesor de alemán para los tres. Ah, y comenté con el equipo directivo que tus amigos salieran como extras, y todo en orden.
-¡Genial! Muchísimas gracias Joachim.- contesté yo. Caminamos juntos de vuelta al comedor, pero como ya se había ido todo el mundo, fuimos hasta el campo de fútbol para por fin rodar la primera escena.
Conocí al resto de mi equipo: éramos diez, cinco chicas y cinco chicos. Yo, la chica que había visto antes en el comedor, una tal Bailey, que ni saludó, y otras tres chicas que parecieron muy majas. Había también unos trillizos holandeses y un par de chicos más pequeños que el resto. Algunos tenían nombres impronunciables.
Resultó que me gustaba actuar. Lo pasábamos genial entre toma y toma y al final del día todos nos hicimos amigos. Todos, menos Bailey. No quería hablar con nadie y no paraba de echarme miradas asesinas.
-Pero, ¿a esta qué le pasa?-dijo Jimi cuando le tiró un balón al pecho para que lo recogiera solo porque “estaba en su camino”. Después se sacudió el pelo y se marchó del campo.
-Será la nueva princesita del rodaje- replicó Kevin.
-Eh-dijo de repente Javi, pegándole una patada a la pelota que tenía a los pies para estrellarla contra el fondo de la portería.- ¿Qué os parece, un partido de fútbol nocturno entre todos? ¿Para romper el hielo?
La propuesta de mi mejor amigo tuvo como respuesta un murmullo de aceptación y en menos de dos minutos estábamos divididos en dos grupos heterogéneos y pasándonos el balón los unos a los otros. No todos jugábamos igual, pero no importaba. Leon y Javi jugaban uno en cada portería, pero el resto estábamos tan pronto de defensa como de delanteros.
-¡Eh, Leon!- gritó Jimi cuando se aproximó hacia su portería con el balón rodando a sus pies. -¿sigues siendo un enano capullo que me metió harina en los calzoncillos cuando teníamos diez años, o ya has madurado?
-Cállate, Jimi, no me distraigas.
Gol.
Gol.
Gol, uno tras otro, en ambas porterías, no importaba de quién fuera, lo festejábamos todos juntos por igual. Jugamos dos horas seguidas hasta que caímos rendidos a la orilla del lago.

***
¡Hola!
Sé que el capítulo es corto pero os prometo que subiré la segunda parte antes de este miércoles. Lo prometo.
Muchísimas gracias a todos los que leéis esta historia :) Un abrazo,
Elisa
P.D. Si os gusta Harry Potter, aquí tengo varias historias. Hay un poco de todo, no solo HP :) http://www.potterfics.com/perfil/16766 

domingo, 22 de diciembre de 2013

5. Starnberg



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Elva Valles
Valeria y Javi habían salido a ver el sitio donde íbamos a rodar, que, la verdad, era una pasada. Era una especie de camping con pequeñas casitas, sitios comunes, y después los escenarios de rodaje, varios campos de fútbol, un bosque, un riachuelo y el gran lago en el que estábamos. El sitio estaba a unos kilómetros de Starnberg, pero parecía que estaba a mil de cualquier civilización. Era todo muy perfecto.
Estaba tirada en la cama cuando unos golpecitos en la puerta me hicieron levantarme.
Elva!-dijo Joachim cuando abrí la puerta. Me enderecé y lo saludé con una sonrisa.- Venía a darte el guión provisional. Hoy tenéis el día de adaptación, en un par de horas comeremos y os enseñarán las instalaciones. Claro, los chicos ya lo conocen todo, aquí rodamos la tercera película. Pero aún queda mucha gente por llegar.
Me guiñó un ojo. Le di las gracias y se alejó para llamar a la cabaña de al lado. No tenía ni idea de quiénes estaban cerca, así que cerré la puerta y me asomé a la ventana.
Genial. A la derecha tenía a Sarah. En frente a Kevin. Y a la izquierda... A Leon.
Me empezó a palpitar muy rápido el corazón y me agaché para que no me viera mirar descaradamente. Abrí el grifo de agua y me la eché por la cabeza. Después, agarré el guión y me tiré en la cama a leerlo.
Mis partes estaban subrayadas en amarillo y parecía que no saldría hasta un poco antes de la mitad de la película. Fui pasando las hojas hasta que me encontré un diálogo en negrita en la página 512 entre Selina (Elva) y Markus (Leon). Empecé a respirar demasiado rápido y me atraganté al leer las palabras entre paréntesis a modo de acotaciones "se besan".
No pude reaccionar, y Valeria y Javi entraron riendo por la puerta. Yo hice ademán de levantarme pero no podía pensar con claridad y me mareé.
-¿Elva?-dijo Javi.- ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
Los dos corrieron hacia mi cama, pero yo lo único que hice fue alargar la mano y enseñarles el guión. Tras unos minutos de silencio mientras leían, Valeria se echó a reír, y deduje que Javi se estaba conteniendo unas que podrían ser carcajadas monumentales.
-Os odio-dije entre dientes, recuperando el aliento.
-¿Sabes cuántas chicas querrían estar en tu lugar?-me dijo Valeria sin parar de reír.
-Siempre dices lo mismo-respondí yo. Me volví a tirar en la cama y me tapé la cara con la almohada. No tenía ganas de salir.
-En quince minutos tenemos que estar fuera, vaga. Así que levántate-me dijo Javi. Como vio que no le hacía caso, el muy tonto me tiró un libro a la cabeza. De los gordos, de los que hacen daño. Me levanté al instante.
-¿Pero tú eres tonto?-le dije, pegándole un puñetazo suave en el estómago. Además, aunque se lo hubiera pegado con todas mis fuerzas, él ni se habría inmutado.- Podrías haberlo roto.-le espeté. Él se echó a reír.
-Sinceramente, Elva, si yo fuera tu, estaría más preocupado de mi cabeza que del libro.
-No, no creas-contestó Valeria rebuscando en mi maleta unos zapatos que ponerse.- Tiene la cabeza demasiado dura.
Cogí la almohada y en un arrebato de furia, le di con ella en el culo a mi mejor amiga. Se cayó al suelo, y ahí nos quedamos los tres, riéndonos hasta que dieron las doce y media para ir a comer.
Valeria Vailati
Sorprendentemente, la comida estaba deliciosa. Nos sentamos todos juntos (yo al lado de Marlon), y ya estábamos los trece. Cabe decir que Javier y yo estábamos totalmente de acoplados al grupo, pero bueno, qué le íbamos a hacer. Y, sorprendente también, no hubo pelea de comida (por esa vez). Después de la comida corrimos todos a nuestras cabañas a ponernos los bañadores y volvimos a juntarnos en la piscina.
Joachim!-gritó Sarah según llegábamos Javi, Elva y yo.- Vamos a necesitar unos manguitos.
-¿Por qué?-contestó él desde lo alto de las rocas.
-Porque tu hijo no sabe nadar-respondió ella, empujando a MI Marlon a la piscina, haciendo que se cayera dentro totalmente vestido. Nos echamos todos a reír y comenzamos a correr alrededor de la piscina intentando tirarnos los unos a los otros. Al final, yo acabé por tirar a Javier, Leon a Elva, y terminamos todos dentro. Comenzaron las aguadillas, las carreras... Fue una tarde genial.
Para cenar hicimos un picnic para conocernos mejor, por desgracia a todos les gustaba más hablar en alemán y teníamos que recordarles cada dos por tres que hablaran en inglés. Tendríamos que ponernos las pilas los tres. Comenzaron a contar anécdotas personales, y descubrimos que Sarah y Jimi habían estado juntos siete años y nadie se había enterado, que Wilson era gay y que Leon no era para nada el chico tímido que nos había parecido al principio. Elva estuvo toda la tarde hablando con él. Encantada.
Elva Valles
Otra noche que no podía dormir. Estaba tumbada junto al lago, envuelta en una manta, mirando a las estrellas con la libreta tirada a mi lado y aún agarrando el boli con la mano. Pensé que me iba a dormir de un momento a otro.
-Creo que he encontrado una compañera de insomnio-dijo una voz cautelosa a mis espaldas de repente. Me levanté y miré hacia atrás.
Leon estaba de pie a menos de un metro, con los pantalones de pijama puestos y un abrigo gordo encima. Di las gracias en silencio por que fuera de noche y no me viera ponerme roja. No supe qué contestarle, así que me limité a sonreír y a hacer sitio en mi manta para que se sentara.
-¿Estabas escribiendo?-me preguntó, para romper el hielo.
-No. Osea, quiero decir, sí, al menos lo intentaba-conseguí decir a duras penas.
"Vale, Elva, relax, cálmate, es solo Leon".
"¿Solo Leon? Es tu amor platónico. ¿Cuántas chicas tienen la suerte de poder estar así con su amor platónico ya-no-tan-platónico-y-cada-vez-más-real?"
Mientras una pelea de conciencias se debatía en mi mente, Leon se sentó a mi lado y yo conseguí relajarme por fin.
-¿Has pensado alguna vez en meterte en el lago de noche?-dijo de repente.
-¿Estás loco? Hay quince grados-contesté yo mirándolo. Tenía las pupilas gigantes y se le reflejaba la luna en ellas. Me sonrió.
-Da igual. No está fría.
-Ya, eso es lo que tú dices.
-Te lo prometo-dijo él dándome un codazo.-Métete. Si está fría, te dejo que me hagas lo que quieras-añadió.
-Ni de coña-respondí yo. - Espera un momento, ¿lo que quiera?
-Lo que tú quieras.-contestó.
Me salí de debajo de la manta y me quité la chaqueta y los zapatos. Me recogí el pelo en una coleta y, sin mirar atrás, corrí hacia la orilla. Metí los pies y, sorprendentemente, no estaba tan fría como pensaba.
Te tienes que meter de golpe!-me gritó Leon.- Si no no vale.
Di dos pasos atrás y cogí carrerilla. Me metí de lleno en el agua y al instante sentí como el agua fría me recorría el cuerpo entero. Pero no estaba lo suficientemente fría como para decir que lo estaba. Salí corriendo, fingiendo escalofríos y tiritando.
-¿Tan fría estaba?-me preguntó Leon, levantándose con cara preocupada.
-Sí. Está congelada. Así que...-respondí yo.
-¿Qué me vas a hacer?-contestó él riendo entre dientes. Yo le quité el abrigo y lo arrastré hasta la orilla.
-Quítate los zapatos si quieres, porque de entrar al agua no te libras.
Él intentó zafarse, pero yo lo agarré de los brazos y lo empujé.
-Vale, vale-rió él. Se quitó las zapatillas a patadas y se deshizo de mis brazos. Después, se tiró él solito al agua. Sabía de sobra que le había mentido.
-Está congelada, en serio. Mira mi piel de gallina, ¿la ves?-me gritó desde dentro levantando el brazo. -¡Me ahogo! ¡Socorro!-empezó a gritar mientras yo estallaba en carcajadas en la orilla. Después se puso de pie.
Aquello no fue bueno para mi salud. Llevaba una camiseta blanca, de manga corta, que estaba totalmente empapada en ese momento...
Intenté no fijarme demasiado, y al momento salió del agua corriendo, me agarró y me arrastró al agua.
No sé cuanto tiempo estuvimos ahí dentro haciendo el tonto, pero cuando salimos yo caí rendida en la hierba, me envolví en la manta, y me quedé dormida al instante.
Cuando me desperté, Leon estaba dormido en la otra manta, el sol acababa de salir, por lo que deduje que serían aún las siete o las seis de la mañana. Me había destapado por la noche, así que estaba totalmente seca. Me calcé y corrí al campamento a por algo para desayunar.
Cuando volví con un par de donuts y una botella de batido de chocolate en la mano, Leon estaba ya despierto.
-Buenos días.-me dijo, bostezando. Después, se fijó en la comida.- Sabes, en las pelis suele ser el chico el que se levanta y le trae de desayunar a la chica.
-Lo sé, pero esto no es una peli. Así que me toca ser el chico.-me senté y comenzamos a comer.
-Entonces...- dijo Leon de repente.- ¿has leído el guión?
Casi me atraganto. No sabía a qué se refería exactamente, así que me limité a responder:
-Sí, ¿por?
-¿Qué te ha parecido?
-Si te refieres a la página 512...
Se echó a reír.
-Me encantas. Sí, me refería a la página 512.
Me cuestionó con la mirada. Yo no sabía donde meterme, no tenía ni idea de qué responderle. Afortunadamente, unos gritos me sacaron del aprieto.
Elva! ¡Leon!-gritaron como cinco voces a la vez.
-¿Donde habéis estado toda la noche?

sábado, 19 de octubre de 2013

4. El piano


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Elva Valles
Hice un agujero en la página de lo mucho que estaba calcando con el bolígrafo. Había estado repasando la misma palabra (“azul”) durante los últimos cinco minutos. Cerré la libreta de golpe y tiré el boli al suelo. Me levanté de la cama y abrí la ventana. Estaba lloviendo, e iba a haber tormenta. Mis momentos favoritos, en los que mejor me inspiraba. Entonces, ¿por qué narices no había escrito más de cuatro palabras en la pasada media hora?
La lluvia no era torrencial, pero era de aquella de gotas gordas que repicaban contra las farolas monótonamente. A lo lejos oí un piano, pero no sabía decir si venía de la casa en la que estaba o de la mansión al otro lado de la calle.
Llevaba dos horas en la casa de Leon, y no lo había visto. No había cenado con nosotros, había subido directamente a su habitación, alegando que tenía sueño. Pero su maldita habitación estaba en frente de la mía. No había cuatro pisos ni nada... y tenía que estar yo en el cuarto, con él, el resto en la tercera planta, y Joachim y su mujer en la segunda. Por lo que compartíamos pasillo. Y, al parecer, baño. Aunque me habían asegurado que sería solo para mí, no me habría molestado en absoluto compartirlo con Leon...
El sonido de las notas del piano se hizo más fuerte, como si la persona que tocara estuviera pulsando las teclas con furia. Cerré la ventana, ahogando el sonido de la lluvia, y el piano se hizo aún más fuerte. Sabía que había una sala con varios instrumentos de música al lado de mi habitación, pero no me parecía producente que alguien lo estuviera tocando a medianoche. Sin embargo, no tenía sueño, y la curiosidad pudo conmigo.
Abrí la maleta de una patada y cogí una sudadera. Apagué la luz y un rayo iluminó el pasillo. El piano dejó de sonar un instante y luego siguió. Salí al pasillo, descalza, y no cerré la puerta, por si acaso. Anduve de puntillas un par de metros, hasta darme cuenta de que la sala de música estaba abierta de par en par. Me asomé por el marco de la puerta.
Un gran piano de cola estaba en el centro de la habitación, el suelo totalmente cubierto por partituras y tablaturas, un par de guitarras apoyadas contra la pared y muchos armarios. Leon estaba sentado de espaldas a la puerta, vestido con un pijama negro que le quedaba grande, y descalzo. A cada nota, la presión en las teclas aumentaba, el sonido haciéndose más y más fuerte. Sus pies se levantaban y se volvían a bajar sobre los pedales y su cara se reflejaba en el piano. También me reflejaba yo. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Me giré para volver a mi habitación. La música cesó.
-Mierda-reconocí la palabra en alemán porque los tacos son lo primero que te enseñan. No me di la vuelta, más que nada porque sentía la sangre subir por todo el cuerpo hasta mis mejillas. Empecé a tener mucho calor y lamenté haber cogido la sudadera.-Lo siento. No me di cuenta de que estabas en este piso... Perdón.
Respiré un par de veces. No me había reconocido. Llevaba el pelo en un moño, y solo me había visto por detrás, así que no sabía quién era. Me relajé y me di la vuelta lentamente.
Él también estaba rojo, pero probablemente por estar tocando el piano tanto tiempo seguido y con tanta fuerza. Se había levantado de la banqueta y tenía el pelo revuelto, como si acabara de levantarse.
-Nada. No te preocupes. No estaba durmiendo. No podía dormir-conseguí decir a duras penas.
Leon asintió con la cabeza. Joder, qué guapo estaba, todo colorado, en pijama y con el pelo todo enmarañado. Aunque yo no estaría mejor, con unos pantalones cortos azules y una sudadera que me llegaba por debajo de ellos, un moño desordenado y, obviamente, roja.
Le devolví el gesto, esbozando una sonrisa.
-Bueno, ya me ib...
-Puedes quedarte-dijo él, a la vez que yo abría la boca.-Si quieres, claro.-añadió.-Yo tampoco puedo dormir.
¿Cómo iba a decirle que no, con lo que me gustaban a mí los chicos que tocaban el piano, y con lo que me gustaba Leon?
Me senté a su lado en el banco y me fijé en sus manos, intentando contener la sonrisa tonta que sabía que tenía. Pero giré la cabeza justo antes de que empezara, y me estaba mirando, sonriendo. Le devolví el gesto, y pude ver como su sonrisa se hacía más ancha, más sincera. Después, él volvió la vista a la partitura y empezó a tocar.
La última canción que recuerdo de aquella noche fue la nana de Brahms.

Valeria Vailati
Me parecía raro que ni Elva ni Leon hubieran bajado a desayunar. Eran ya las once y a las dos teníamos que estar listos para irnos a Starnberg. Aunque conociendo a Elva, como ayer había habido tormenta, se habría quedado hasta tarde escribiendo.
Levanté la vista de mis tostadas y encontré a Javier con la mirada clavada en mí.
-¿Qué?-le espeté, lamentando al instante mi falta de tacto. No era una buena persona por las mañanas. Javi no respondió, volvió la vista a su vaso de leche. Se lo bebió de un trago.-¿¡Qué pasa!?
-Nada.-dijo él sin levantar la vista. Yo bufé. Se abrió la puerta del comedor y la cabeza despeinada de mi mejor amiga se asomó.
-Buenos días.-dijo con una sonrisa en general. Algo bueno le habría pasado, si no no estaría tan feliz. Me levanté.-Valeria, Javi, ¿podéis venir un momento?
Salimos los dos al pasillo. Elva tenía ojeras y tenía una sudadera puesta, como si hubiera dormido con ella. Javier y yo nos miramos enigmáticamente y la seguimos hasta el final del pasillo. Su sonrisa se ensanchó, pero no dijo nada.
-¿Quieres decirnos qué te pasa? Porque pocas veces te he visto yo despertarte con una sonrisa.-le dijo Javi, Yo asentí, imaginándome ya de todo. Obviamente, había pasado algo con Leon.
-Ayer-empezó ella.- no podía dormir, ni tampoco escribir.
-Estás de coña-interrumpió Javier.- Ayer había tormenta.
-Da igual-dijo Elva.-No sé, tenía la mente perdida. Da igual, el caso es que había alguien tocando el piano en la sala de al lado a mi habitación.
Sentí inmediatamente mi sonrisa igualando a la suya.
-Fui a ver quién era, y... bueno, era Leon. Me quedé con él, escuchándole tocar... Hasta que me dormí.
-Espera, ¿qué?-pregunté yo sin contenerme.-¿Te dormiste mientras Leon tocaba el piano? ¿Dónde estabas?
-Sí, en el banco del piano...
-No lo pillo. Osea, sí, muy bien y todo, pero, ¿por qué estás tan feliz?-dije.
-¿No lo entendéis? Me dormí en el banco... y me desperté en mi cama, bajo las sábanas.
Javier y yo nos quedamos callados varios minutos, asimilando.
-Suena a un puñetero cuento de princesas.-dije.-Yo también quiero-añadí, gritando y abrazando a mi amiga. Javier se unió al abrazo. Era como en los viejos tiempos, cuando teníamos catorce años y cada vez que un chico guapo pasaba cerca de nosotras en el instituto nos poníamos rojas  y a dar saltitos, o cuando Javier hablaba por fin con alguna chica que no fuéramos nosotras. Nos separamos tras unos minutos, todos con sonrisas en la cara, y nos dispusimos a volver a nuestras habitaciones para prepararlo todo.
Oímos los pasos acelerados de alguien en las escaleras y a Elva no le dio ni tiempo a ponerse roja. Leon apareció de la nada y nos miró a los tres, sonriendo.
-Buenos días-dijo, mirando a Elva.
-Buenos días-respondió ella lo más seria que pudo, intentando contener la emoción en el momento. Sabía que, de ser por ella, se habría puesto a gritar allí y en aquel momento. Yo le dediqué una sonrisa a Leon y subimos corriendo las escaleras, seguidas por Javier, los tres riéndonos por lo que acababa de pasar.

Elva Valles
Estábamos en el hall, ya con todas las maletas preparadas, esperando a que bajara Marlon. Leon estaba sentado sobre su maleta con los ojos casi cerrados, igual que yo. No llegué a saber cuánto tiempo dormí aquella noche. Valeria y Javi estaban hablando fuera, Joachim y Tina en la cocina acabando de preparar la comida, y Sarah, Jimi y Kevin estaban hablando en una esquina.
Cuando bajó Marlon, sus padres salieron de la cocina y todos cogimos nuestras maletas. Había tres coches aparcados delante de la casa. Joachim y Tina se metieron cada uno en uno y yo me estaba preguntando quién conduciría el último cuando Hans Wolfarg, el representante de Joachim salió de él para saludarnos. Tenía tanto sueño que ni abrí la boca para contestar. Solo recuerdo que los abrí mucho cuando Javi, Valeria y yo nos metimos en ese coche, Javi en el de delante, Valeria y yo en los de atrás, y me di cuenta de que iba a compartir un viaje sentada al lado de Leon, porque él ya estaba sentado ahí.
Solo recuerdo que, cuando llegamos a Starnberg, me costó abrir los ojos porque me había dormido. Otra vez. En el hombro de Leon. Y Valeria no había hecho nada para impedirlo.

-Elisa

miércoles, 11 de septiembre de 2013

3. München



N/A: De ahora en adelante, se indicará quién narra la parte del capítulo con su nombre en cursiva. Espero que os guste e intentaré actualizar más seguido a partir de ahora :)

Elva Valles

No podía creerme que mis padres hubieran dicho que sí. Aunque mi madre se hubiera empeñado en venir conmigo en el viaje, me daba igual.
Estaba en el avión Madrid-Múnich, sentada en una fila con mi madre y Javi, y Valeria se había sentado en la de detrás con Joachim y Marlon, alegando que Marlon le estaba “enseñando alemán”. Mi madre había quedado rendida al entrar por la puerta, pero yo me dispuse a hablar con Javi. Tenía algo que decirle.
-Y entonces se puso delante del otro, le pegó una patada al balón, y chaval, salió despedido, el portero se quedó flipando, ni siquiera se movió de donde estaba y...
Solo entonces me di cuenta de que me estaba hablando.
-Javi-le interrumpí. Él se calló y me miró, acercándose hasta quedar muy cerca de mí. Tomé aire y la pregunta salió de mi boca sin pensar.- ¿Desde cuando te gusta Valeria?
Él me miró, incrédulo, con los ojos muy abiertos, y se separó de mí. Se irguió en su asiento y no habló hasta pasados unos segundos.
-¿Tanto se me nota?-preguntó, y se echó a reír. Yo lo seguí.
-En serio. Dudo que ella se haya dado cuenta, Javi, pero yo sí.
-Me conoces mejor que yo mismo.-replicó él, cogiéndome de la mano.
-Ahora de verdad, Javi. ¿Desde cuando?-pregunté de nuevo. Él se lo pensó.
-Supongo que desde siempre. Pero me di cuenta solo hace unos meses.
Recibió un golpe con la revista que estaba en el bolsillo del asiento de delante de mí.
-¿Y no me lo contaste?-dije, fingiendo indignación.
-Me parecía contraproducente.- otro golpe que hizo que mi madre se revolviera en su asiento. Después, nuestras risas hizo que finalmente se despertara y nos mirara con mala cara para después ponerse los auriculares y cerrar los ojos de nuevo.
-¿Y ella qué?-me preguntó Javi.
-No lo sé. Ya sabes como es Valeria. El único chico del que me ha admitido estar enamorada fue Marlon Wessel.
Javi echó un vistazo a los asientos de detrás, donde los tres ocupantes charlaban animadamente, aunque no en alemán. Volvió la vista al frente y resopló.

Valeria Vailati

Marlon había cambiado desde la última película de las Fieras. La había visto tantas veces con Elva que me había aprendido sus rasgos de memoria, pero ahora estaba más alto aún, más delgado, y más moreno. Llevaba el pelo muy corto y tenía un tatuaje en el brazo. Y estaba a escasos centímetros de mí. Lo podía tocar si quisiera. ¡Lo podía tocar! Calma Valeria, ya me estaba sobresaltando. Llevaba tres minutos hablándome de los rodajes cuando me di cuenta de que no había escuchado ni una palabra. Era mi amor platónico, el amor de mi infancia. Y no me podía creer que estuviera allí.
-Valeria-me dijo de repente, devolviéndome a la realidad. Lo miré con una sonrisa.- Te estaba diciendo que si has estado alguna vez en Alemania.
--le respondí.-Mi padre tiene familia en Alemania. Bueno, mi madre es italiana y mi padre alemán, pero siempre vivimos en España.
-¿Has visitado alguna vez Starnberg?-me preguntó, devolviéndome la sonrisa. No tenía una sonrisa de anuncio, pero sus ojos sonreían más aún que sus labios. En los pocos días que habíamos pasado juntos, en Nueva York, en Oviedo, y en Madrid, a cada día me gustaba más que el anterior. Me di cuenta de que eran de un color muy parecido al de Javi, aquellos ojos en los que me había perdido tantas veces... Era irónico que el chico que me gustaba tuviera los mismos ojos que mi amor platónico.
-No-le respondí cuando volví a ser consciente de mí misma. Podía ver a Javi y a Elva hablando delante de mí, pero no se oía nada de lo que decían. Había una razón por la que no le había dicho nunca nada de eso a mi mejor amiga, y era que yo creía que Javier estaba enamorado de ella. Aunque aquello había cambiado hacía unos meses, cuando él había empezado a pasar más tiempo conmigo que con ella. Ahí me di cuenta de que lo quería mucho, pero como amigo y nada más. Y dudaba que él pensara algo más de mí.- ¿Por qué?
-Porque ahí es a donde vamos-me respondió Joachim en vez de Marlon. Volví la vista hacia él. – Es precioso. Os va a encantar- añadió guiñándome un ojo.

Elva Valles

Miré por la ventanilla hasta el momento que aterrizamos. Después, salí corriendo, arrastrando a mi madre y a Javi por el pasillo hasta salir del avión. Nos seguían Joachim, Valeria y Marlon. Tenía unas ganas de llegar a la sala de espera... Por coger mi maleta, claro. No porque Leon Wessel estuviera esperándonos al otro lado. Para nada.
Vi la sonrisa que tenía Valeria pintada en la cara mientras hablaba con Marlon y no podía augurar nada bueno. Al menos para Javi. Recorrimos entre gritos y risas los pasillos del aeropuerto de Múnich hasta llegar a las cintas de las maletas tarde porque varias personas nos reconocieron a mí, a Joachim y a Marlon. Afortunadamente, las maletas no eran grandes, pues ya compraríamos allí cosas, y no habían sufrido ningún daño.
-Vamos al baño, El.-me dijo Valeria. Le eché una mirada de reproche.- ¿Qué?
-Que tu ya hayas conocido a tu príncipe azul no significa que yo haya conocido al mío-señalé las puertas correderas y opacas que había al otro lado de la sala-. Tras esas puertas está el mío.
-Y... no puedes esperar. Vale, pero si te meas encima de la emoción, no es mi culpa.-le di un beso en la mejilla y fui a reunirme con el resto mientras Valeria corría a los baños. Cuando me di cuenta de que debería ir a mirarme al espejo, ya estábamos a cinco metros de la puerta y se acababa de abrir para dejarnos pasar. Al otro lado había una gran cristalera que dejaba ver el cielo azul de Múnich, las pistas de aterrizaje y, al fondo, un gran bosque.
Al principio no lo vi. Estaba sentado en el banco con Kevin, y delante de ellos estaban Jimi y Sarah, por lo que lo ocultaban. Pero cuando Sarah corrió a abrazar a Marlon, dejó al descubierto a un chico rubio, que se levantó para venir a saludarnos. El corazón me dio un vuelco.
Había crecido muchísimo, pero no tanto como su hermano. Era más ancho que él y musculoso, y tenía el pelo rubio un poco largo. Tenía la misma cara de siempre, los mismos ojos marrones que me habían conquistado cuando tenía doce años. La verdad era que no podía haber tenido mejor regalo de cumpleaños adelantado.
Solo habían venido ellos cuatro: Leon, Kevin, Sarah y Jimi, porque el resto estaba en el sitio a donde íbamos a ir a rodar la película, el cual no me habían querido decir. Pero a mí me bastaba. Me quedé junto a mi madre, Valeria y Javi, mientras todos se saludaban, un poco cortada. Pero en seguida vino Sarah a hablar con nosotros. Se presentó, aunque los cuatro sabíamos su nombre (Valeria y yo porque éramos fans de Vanessa, mi madre de tanto oír hablar de ello en casa, y Javi porque era la única chica), y luego dijo que era una gran admiradora de mi libro y que no podía esperar a la traducción al alemán, así que se lo había leído cinco veces en inglés. Sonreí y me dio un abrazo, pero la verdad era que yo estaba ausente. Mi mirada y mi mente estaban fijos en el chico rubio que abrazaba a su padre.
Después vino Kevin, y después Jimi, los dos muy majos. Ya a los cinco minutos de conocernos estábamos riendo. Envidié en silencio a mi madre cuando dijo que se iba a hablar con Joachim y vi desde lejos cómo le presentaba a Leon. Era el único que faltaba.
-¡Elva!-me llamó mi madre de repente. Tan oportuna como siempre. Solo le faltaba decir “Ven a conocer a este chico tan guapo”, como siempre había hecho cuando era pequeña. Menos mal que Leon no hablaba español. O al menos eso era lo que yo tenía entendido.
-¿Sí?-me giré, y dije con la voz más falsa que pude hacer en ese momento. Sentí mis mejillas arder en el momento en que sus ojos se posaron en mí. Sonrió tímidamente.
-¡Ven!- se limitó a decir mi madre. Me aproximé, mirando al suelo, y la odié eternamente cuando en el último momento se separó de Marlon y Leon con Joachim, yendo hacia un mostrador de información. Menos mal que se iba a quedar cinco días en Múnich y luego vuelta a casa a “cuidar” de mi hermano Raúl. Como si un chico de veinte años como él lo necesitara.
Cuando llegué, miré a Marlon intentando que no se me notara el rojo de las mejillas. Me di cuenta de que Valeria y Javi me habían seguido. Intenté sonreír, aparentando tranquilidad.
-Elva- le agradecí eternamente a Marlon ese gesto-, este es mi hermano Leon.
Me giré para quedar de frente a él y me tuve que contener para no empezar a escanear su cara. Él sonrió más anchamente. Yo sonreí. Un calor inhumano me invadió el cuerpo cuando se acercó a mí tímidamente y me dio un beso en cada mejilla, como solo se hacía en España, demasiado cerca de la boca y demasiado lejos de lo que se conoce por “mejillas”. Sentí arder ahí donde me había besado.
-Encantada-murmuré, sin perder la sonrisa.
-Igualmente-me respondió. Su voz sí que había cambiado. No era para nada la voz que se escuchaba en la última película, aún infantil. Normal, habían pasado cuatro años. Era grave pero sin pasarse, con un fuerte acento al hablar en inglés que ni Marlon ni Joachim habrían conseguido aún intentándolo. Me enamoré perdidamente de su voz con tan solo una palabra.
Con el corazón aún en la garganta, me giré para presentarle a mis amigos, pero Valeria me ahorró el trago autopresentándose. Genial, todo iba sobre ruedas. Excepto aquel maldito rojo que no se iba de mis mejillas. Y no se me fue hasta que montamos en coches separados cinco minutos después, pero volvió cuando Marlon anunció que pasaríamos la noche en su casa.
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N/A: si en algún momento leéis Elisa en vez de Elva, lo siento, es que Elisa es mi nombre y a veces se me olvida que en esta historia se llama Elva :))

miércoles, 19 de junio de 2013

2. Nueva York


-Vale, mamá. Os llamaré por la tarde. Acabo de llegar a casa. Sí, Valeria y Javier están conmigo. Vale, vuelvo el lunes a casa. Os quiero.
Elva colgó el teléfono y fijó los ojos en el hombre rubio que estaba a diez metros de ella. Respiró hondo y acortó la distancia.
-Buenos días, señor Masannek-dijo aguantando la respiración.
Elva! Mi escritora favorita. Un placer conocerte al fin-dijo él con una gran sonrisa.
-Puedo decir yo lo mismo de usted-respondió ella relajando el cuerpo. Recibió un abrazo de Joachim y luego se pusieron a caminar por Central Park.
-Estos son mis amigos, Valeria y Javier, señor Masannek-dijo Elva.
-Encantado-dijo él. Valeria y Javier le correspondieron-Mi hijo, Marlon, está llegando. No tardará.
Elva cruzó una mirada con Valeria, la cual comenzó a ponerse roja. Al fin iba a conocer a su amor platónico.
-Bien, Elva. Hace un par de meses comencé a hablar con Uwe Ochsenknecht sobre una posible “vuelta” de las fieras. Estábamos tan emocionados que en menos de un mes terminamos el guión, y nos dedicamos a hacer un casting por toda Alemania para el equipo rival de las Fieras y el resto de personajes. Pero nos faltaba una de las más importantes, una de las protagonistas, Selina. Y hace unas semanas me llegó tu libro, y lo leí, y me encantó. Te busqué por todas partes y, cuando te vi, supe que serías Selina. Y solo me queda ofrecerte el contrato para la película, cuatro meses de rodaje en Suecia, obviamente todo pagado, el seguro incluido. Lo único que necesito es que aceptes tú y que tus padres te den permiso.
Elva se quedó callada. Tenía que decir que sí, tenía que aceptarlo, pero se había quedado sin palabras. Valeria se adelantó.
-Elva quiere decir que sí, señor. Es que está un poco...
-En shock, si me permite la expresión-acabó Javier. Elva pareció despertar de su ensueño cuando unas pisadas por detrás los hicieron girarse.
-¡Marlon! ¡Hijo! Me alegro de que hayas llegado bien.
La verdad era que Marlon no se parecía en nada al Maxi que había interpretado hacía ya tantos años en las Fieras. Era mucho más alto, más rubio, y más guapo, si eso era posible. Elva miró a Valeria, la cual estaba sin respiración. Dejó escapar una risita y saludó a Marlon. Después de presentarle a sus amigos, se giró para hablar con Joachim y dejar a los otros tres hablando. Más bien, a Marlon y a Javier hablando, ya que Valeria estaba demasiado en su mundo.
-Señor Masannek...
-Elva, por favor. Llámame Joachim.
-Vale, Joachim-dijo ella asintiendo-. La verdad es que sería un honor aceptar ese papel. Siempre he sido fan de sus... tus películas, pero no sé actuar.
-Oh, sí que sabes. Un famoso siempre sabe actuar, sea cual sea la situación. No es tan difícil. Lo único sería que probablemente tendríamos que buscar un doblaje...
-Puedo aprenderme los papeles en alemán. Llevo tres años estudiando. No será fácil, pero..
-Eso sería perfecto, Elva. Vamos a hacer una cosa. El único problema en que tú y yo tengamos un trato son tus padres, ¿verdad?
Elva asintió.
-¿Pues qué te parece si os hago una visita dentro de unos días, cuando tú estés en casa, y hacemos como si esto nunca hubiera pasado?
Elva echó una mirada hacia sus amigos, ya animados en una conversación, y se volvió para mirar a Joachim en los ojos. Le cogió la mano y se la estrechó.
-Tenemos un trato, Joachim.

El Starbucks estaba en silencio hasta que abrieron la puerta. El pequeño grupo había escogido a propósito uno tranquilo en las afueras para poder hablar tranquilamente. Pidieron cada uno sus bebidas y se sentaron en una mesa.
-Chicos, si vais a hablar de fútbol, no quiero oírlo-dijo Valeria antes de que nadie pudiera abrir la boca siquiera.
-Lo que la señorita desee-respondió Javier. Se giró en su silla, Marlon lo imitó y comenzaron a hablar en un inteligible alemán sobre algo cuya única palabra que sonaba familiar era “Fußall”. Valeria rodó los ojos y me dirigió a Elva.
-Dios, te odio. Lo consigues todo. Eres perfecta.
Ella rió. Estaba acostumbrada al odio de Valeria, a juzgar por su mirada. No contestó, si no que intentó captar algunas de las palabras de Marlon y Javi.
-Elva. ¡Elva! Tierra llamando a Elva. Vuelve a tu planeta, cielo.
-Lo siento, Vale. Sabes que me encanta el alemán. Nunca había oído a Javi hablándolo tan...
-¿Emocionado? Pobre.
-¡Oye! Que esté hablando en alemán no significa que me haya olvidado del español, preciosas-respondió Javier de pronto. Marlon lo miró sin comprender, pero pronto estuvieron los cuatro riendo.
-Voy al baño-dijo Elva. Se levantó, interrumpiendo la tranquilidad del sitio, y se alejó hasta la puerta que tenía dibujados a un hombre y a una mujer. Empujó la puerta y desapareció detrás de ella.
-Vale, escuchadme. Tú Marlon, necesitamos tu ayuda. El mes que viene es el cumpleaños de Elva, que coincide con el día en el que llegaríamos a sitio de rodaje, si todo sale como está planeado. Pero a parte de eso, queremos planear otra sorpresa. ¿Podrás ayudarnos?-explicó Javier.
Marlon los miró inquisitivos, pero después, accedió.
-Bien, ¿de qué se trata?

Era un placer caminar por un aeropuerto sin maletas, simplemente disfrutando del ambiente del JFK, buscando la puerta de embarque al vuelo de Madrid, con un café en la mano y el periódico en la otra. Era una de las ventajas de volar de noche, te daban comida cada dos por tres ya que seguían los horarios de ambas ciudades.
-Javier-dijo Valeria de repente.
-¿Qué?
-¿Ves esa máquina de ahí?
-Sí...
-Bien. Vete a comprarme una botella de agua.
-Tendrás cara. Levanta tu gran trasero de la silla y muévelo hasta allí, son diez metros, Valeria. No te quejes.
Valeria resopló y Elva sonrió.
-Pero vaya amigo que tenemos, Elva. De verdad. ¿Quién nos manda traerlo de viaje con nosotras? Das asco, Javierito-dijo sacándole la lengua. Él se la devolvió.
-Sois peores que un matrimonio-resopló Elva, levantándose y sacando un dólar del bolsillo. Caminó lentamente hasta la máquina, bostezando, y sacó una botella de agua. Volvió a su sitio y se fijó en la cara de aprobación de Valeria. Quitó el tapón con los dientes y vació la botella de un trago, tirándola a la basura más cercana con un tiro digno de la NBA.
-¡EH! ¡Yo quería beber!-gritó Valeria.
-Pues levantas tu gran trasero de la silla y lo mueves hasta allí, Vale. No es muy difícil- contestó Elva reprimiendo la risa.
-Te odio-replicó Valeria-. Os odio.
“Aviso a los pasajeros con destino: Madrid, del vuelo IB28389, con salida a las 00:15. El avión tendrá una hora de adelanto debido a problemas meteorológicos, por lo que les rogamos que se dirijan ya a la puerta G6 y procedan al embarque”.
Los tres se miraron, dijeron un “mierda” colectivo, y corrieron por todo el aeropuerto buscando la puerta correcta. Al final, cuando llegaron y ya se metieron en el túnel que los llevaría al avión, echaron un último vistazo a Nueva York.
-Me encanta ver amanecer desde aquí- dijo Javier de repente.
-¿Pero tú que eres, tonto, o qué? ¿No ves que son las once de la noche?
-Déjalo, Valeria. A Javier solo le gustan dos cosas. La comida, y hacerte rabiar. Así que déjalo, por el amor de Dios-dijo Elva entre risas- ¿Verdad, Javi? ¿Verdad que solo son esas dos cosas las que te gustan?
Valeria pasó por alto la sonrisa sonrojada de su amigo, pero Elva no. Lo cuestionó con los ojos, pero este los apartó y volvió a dirigirlos a la ventana. Hacía frío fuera, y el cristal estaba empañado. Valeria era la primera en la fila, así que pasó antes que Elva y Javier. Elva se giró un momento para decirle a Javier que ya entraban, pero vio lo que había escrito su amigo en la ventana: “Adiós, NueVa York”, con la V remarcada.

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-Elisa