domingo, 22 de diciembre de 2013

5. Starnberg



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Elva Valles
Valeria y Javi habían salido a ver el sitio donde íbamos a rodar, que, la verdad, era una pasada. Era una especie de camping con pequeñas casitas, sitios comunes, y después los escenarios de rodaje, varios campos de fútbol, un bosque, un riachuelo y el gran lago en el que estábamos. El sitio estaba a unos kilómetros de Starnberg, pero parecía que estaba a mil de cualquier civilización. Era todo muy perfecto.
Estaba tirada en la cama cuando unos golpecitos en la puerta me hicieron levantarme.
Elva!-dijo Joachim cuando abrí la puerta. Me enderecé y lo saludé con una sonrisa.- Venía a darte el guión provisional. Hoy tenéis el día de adaptación, en un par de horas comeremos y os enseñarán las instalaciones. Claro, los chicos ya lo conocen todo, aquí rodamos la tercera película. Pero aún queda mucha gente por llegar.
Me guiñó un ojo. Le di las gracias y se alejó para llamar a la cabaña de al lado. No tenía ni idea de quiénes estaban cerca, así que cerré la puerta y me asomé a la ventana.
Genial. A la derecha tenía a Sarah. En frente a Kevin. Y a la izquierda... A Leon.
Me empezó a palpitar muy rápido el corazón y me agaché para que no me viera mirar descaradamente. Abrí el grifo de agua y me la eché por la cabeza. Después, agarré el guión y me tiré en la cama a leerlo.
Mis partes estaban subrayadas en amarillo y parecía que no saldría hasta un poco antes de la mitad de la película. Fui pasando las hojas hasta que me encontré un diálogo en negrita en la página 512 entre Selina (Elva) y Markus (Leon). Empecé a respirar demasiado rápido y me atraganté al leer las palabras entre paréntesis a modo de acotaciones "se besan".
No pude reaccionar, y Valeria y Javi entraron riendo por la puerta. Yo hice ademán de levantarme pero no podía pensar con claridad y me mareé.
-¿Elva?-dijo Javi.- ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?
Los dos corrieron hacia mi cama, pero yo lo único que hice fue alargar la mano y enseñarles el guión. Tras unos minutos de silencio mientras leían, Valeria se echó a reír, y deduje que Javi se estaba conteniendo unas que podrían ser carcajadas monumentales.
-Os odio-dije entre dientes, recuperando el aliento.
-¿Sabes cuántas chicas querrían estar en tu lugar?-me dijo Valeria sin parar de reír.
-Siempre dices lo mismo-respondí yo. Me volví a tirar en la cama y me tapé la cara con la almohada. No tenía ganas de salir.
-En quince minutos tenemos que estar fuera, vaga. Así que levántate-me dijo Javi. Como vio que no le hacía caso, el muy tonto me tiró un libro a la cabeza. De los gordos, de los que hacen daño. Me levanté al instante.
-¿Pero tú eres tonto?-le dije, pegándole un puñetazo suave en el estómago. Además, aunque se lo hubiera pegado con todas mis fuerzas, él ni se habría inmutado.- Podrías haberlo roto.-le espeté. Él se echó a reír.
-Sinceramente, Elva, si yo fuera tu, estaría más preocupado de mi cabeza que del libro.
-No, no creas-contestó Valeria rebuscando en mi maleta unos zapatos que ponerse.- Tiene la cabeza demasiado dura.
Cogí la almohada y en un arrebato de furia, le di con ella en el culo a mi mejor amiga. Se cayó al suelo, y ahí nos quedamos los tres, riéndonos hasta que dieron las doce y media para ir a comer.
Valeria Vailati
Sorprendentemente, la comida estaba deliciosa. Nos sentamos todos juntos (yo al lado de Marlon), y ya estábamos los trece. Cabe decir que Javier y yo estábamos totalmente de acoplados al grupo, pero bueno, qué le íbamos a hacer. Y, sorprendente también, no hubo pelea de comida (por esa vez). Después de la comida corrimos todos a nuestras cabañas a ponernos los bañadores y volvimos a juntarnos en la piscina.
Joachim!-gritó Sarah según llegábamos Javi, Elva y yo.- Vamos a necesitar unos manguitos.
-¿Por qué?-contestó él desde lo alto de las rocas.
-Porque tu hijo no sabe nadar-respondió ella, empujando a MI Marlon a la piscina, haciendo que se cayera dentro totalmente vestido. Nos echamos todos a reír y comenzamos a correr alrededor de la piscina intentando tirarnos los unos a los otros. Al final, yo acabé por tirar a Javier, Leon a Elva, y terminamos todos dentro. Comenzaron las aguadillas, las carreras... Fue una tarde genial.
Para cenar hicimos un picnic para conocernos mejor, por desgracia a todos les gustaba más hablar en alemán y teníamos que recordarles cada dos por tres que hablaran en inglés. Tendríamos que ponernos las pilas los tres. Comenzaron a contar anécdotas personales, y descubrimos que Sarah y Jimi habían estado juntos siete años y nadie se había enterado, que Wilson era gay y que Leon no era para nada el chico tímido que nos había parecido al principio. Elva estuvo toda la tarde hablando con él. Encantada.
Elva Valles
Otra noche que no podía dormir. Estaba tumbada junto al lago, envuelta en una manta, mirando a las estrellas con la libreta tirada a mi lado y aún agarrando el boli con la mano. Pensé que me iba a dormir de un momento a otro.
-Creo que he encontrado una compañera de insomnio-dijo una voz cautelosa a mis espaldas de repente. Me levanté y miré hacia atrás.
Leon estaba de pie a menos de un metro, con los pantalones de pijama puestos y un abrigo gordo encima. Di las gracias en silencio por que fuera de noche y no me viera ponerme roja. No supe qué contestarle, así que me limité a sonreír y a hacer sitio en mi manta para que se sentara.
-¿Estabas escribiendo?-me preguntó, para romper el hielo.
-No. Osea, quiero decir, sí, al menos lo intentaba-conseguí decir a duras penas.
"Vale, Elva, relax, cálmate, es solo Leon".
"¿Solo Leon? Es tu amor platónico. ¿Cuántas chicas tienen la suerte de poder estar así con su amor platónico ya-no-tan-platónico-y-cada-vez-más-real?"
Mientras una pelea de conciencias se debatía en mi mente, Leon se sentó a mi lado y yo conseguí relajarme por fin.
-¿Has pensado alguna vez en meterte en el lago de noche?-dijo de repente.
-¿Estás loco? Hay quince grados-contesté yo mirándolo. Tenía las pupilas gigantes y se le reflejaba la luna en ellas. Me sonrió.
-Da igual. No está fría.
-Ya, eso es lo que tú dices.
-Te lo prometo-dijo él dándome un codazo.-Métete. Si está fría, te dejo que me hagas lo que quieras-añadió.
-Ni de coña-respondí yo. - Espera un momento, ¿lo que quiera?
-Lo que tú quieras.-contestó.
Me salí de debajo de la manta y me quité la chaqueta y los zapatos. Me recogí el pelo en una coleta y, sin mirar atrás, corrí hacia la orilla. Metí los pies y, sorprendentemente, no estaba tan fría como pensaba.
Te tienes que meter de golpe!-me gritó Leon.- Si no no vale.
Di dos pasos atrás y cogí carrerilla. Me metí de lleno en el agua y al instante sentí como el agua fría me recorría el cuerpo entero. Pero no estaba lo suficientemente fría como para decir que lo estaba. Salí corriendo, fingiendo escalofríos y tiritando.
-¿Tan fría estaba?-me preguntó Leon, levantándose con cara preocupada.
-Sí. Está congelada. Así que...-respondí yo.
-¿Qué me vas a hacer?-contestó él riendo entre dientes. Yo le quité el abrigo y lo arrastré hasta la orilla.
-Quítate los zapatos si quieres, porque de entrar al agua no te libras.
Él intentó zafarse, pero yo lo agarré de los brazos y lo empujé.
-Vale, vale-rió él. Se quitó las zapatillas a patadas y se deshizo de mis brazos. Después, se tiró él solito al agua. Sabía de sobra que le había mentido.
-Está congelada, en serio. Mira mi piel de gallina, ¿la ves?-me gritó desde dentro levantando el brazo. -¡Me ahogo! ¡Socorro!-empezó a gritar mientras yo estallaba en carcajadas en la orilla. Después se puso de pie.
Aquello no fue bueno para mi salud. Llevaba una camiseta blanca, de manga corta, que estaba totalmente empapada en ese momento...
Intenté no fijarme demasiado, y al momento salió del agua corriendo, me agarró y me arrastró al agua.
No sé cuanto tiempo estuvimos ahí dentro haciendo el tonto, pero cuando salimos yo caí rendida en la hierba, me envolví en la manta, y me quedé dormida al instante.
Cuando me desperté, Leon estaba dormido en la otra manta, el sol acababa de salir, por lo que deduje que serían aún las siete o las seis de la mañana. Me había destapado por la noche, así que estaba totalmente seca. Me calcé y corrí al campamento a por algo para desayunar.
Cuando volví con un par de donuts y una botella de batido de chocolate en la mano, Leon estaba ya despierto.
-Buenos días.-me dijo, bostezando. Después, se fijó en la comida.- Sabes, en las pelis suele ser el chico el que se levanta y le trae de desayunar a la chica.
-Lo sé, pero esto no es una peli. Así que me toca ser el chico.-me senté y comenzamos a comer.
-Entonces...- dijo Leon de repente.- ¿has leído el guión?
Casi me atraganto. No sabía a qué se refería exactamente, así que me limité a responder:
-Sí, ¿por?
-¿Qué te ha parecido?
-Si te refieres a la página 512...
Se echó a reír.
-Me encantas. Sí, me refería a la página 512.
Me cuestionó con la mirada. Yo no sabía donde meterme, no tenía ni idea de qué responderle. Afortunadamente, unos gritos me sacaron del aprieto.
Elva! ¡Leon!-gritaron como cinco voces a la vez.
-¿Donde habéis estado toda la noche?

sábado, 19 de octubre de 2013

4. El piano


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Elva Valles
Hice un agujero en la página de lo mucho que estaba calcando con el bolígrafo. Había estado repasando la misma palabra (“azul”) durante los últimos cinco minutos. Cerré la libreta de golpe y tiré el boli al suelo. Me levanté de la cama y abrí la ventana. Estaba lloviendo, e iba a haber tormenta. Mis momentos favoritos, en los que mejor me inspiraba. Entonces, ¿por qué narices no había escrito más de cuatro palabras en la pasada media hora?
La lluvia no era torrencial, pero era de aquella de gotas gordas que repicaban contra las farolas monótonamente. A lo lejos oí un piano, pero no sabía decir si venía de la casa en la que estaba o de la mansión al otro lado de la calle.
Llevaba dos horas en la casa de Leon, y no lo había visto. No había cenado con nosotros, había subido directamente a su habitación, alegando que tenía sueño. Pero su maldita habitación estaba en frente de la mía. No había cuatro pisos ni nada... y tenía que estar yo en el cuarto, con él, el resto en la tercera planta, y Joachim y su mujer en la segunda. Por lo que compartíamos pasillo. Y, al parecer, baño. Aunque me habían asegurado que sería solo para mí, no me habría molestado en absoluto compartirlo con Leon...
El sonido de las notas del piano se hizo más fuerte, como si la persona que tocara estuviera pulsando las teclas con furia. Cerré la ventana, ahogando el sonido de la lluvia, y el piano se hizo aún más fuerte. Sabía que había una sala con varios instrumentos de música al lado de mi habitación, pero no me parecía producente que alguien lo estuviera tocando a medianoche. Sin embargo, no tenía sueño, y la curiosidad pudo conmigo.
Abrí la maleta de una patada y cogí una sudadera. Apagué la luz y un rayo iluminó el pasillo. El piano dejó de sonar un instante y luego siguió. Salí al pasillo, descalza, y no cerré la puerta, por si acaso. Anduve de puntillas un par de metros, hasta darme cuenta de que la sala de música estaba abierta de par en par. Me asomé por el marco de la puerta.
Un gran piano de cola estaba en el centro de la habitación, el suelo totalmente cubierto por partituras y tablaturas, un par de guitarras apoyadas contra la pared y muchos armarios. Leon estaba sentado de espaldas a la puerta, vestido con un pijama negro que le quedaba grande, y descalzo. A cada nota, la presión en las teclas aumentaba, el sonido haciéndose más y más fuerte. Sus pies se levantaban y se volvían a bajar sobre los pedales y su cara se reflejaba en el piano. También me reflejaba yo. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Me giré para volver a mi habitación. La música cesó.
-Mierda-reconocí la palabra en alemán porque los tacos son lo primero que te enseñan. No me di la vuelta, más que nada porque sentía la sangre subir por todo el cuerpo hasta mis mejillas. Empecé a tener mucho calor y lamenté haber cogido la sudadera.-Lo siento. No me di cuenta de que estabas en este piso... Perdón.
Respiré un par de veces. No me había reconocido. Llevaba el pelo en un moño, y solo me había visto por detrás, así que no sabía quién era. Me relajé y me di la vuelta lentamente.
Él también estaba rojo, pero probablemente por estar tocando el piano tanto tiempo seguido y con tanta fuerza. Se había levantado de la banqueta y tenía el pelo revuelto, como si acabara de levantarse.
-Nada. No te preocupes. No estaba durmiendo. No podía dormir-conseguí decir a duras penas.
Leon asintió con la cabeza. Joder, qué guapo estaba, todo colorado, en pijama y con el pelo todo enmarañado. Aunque yo no estaría mejor, con unos pantalones cortos azules y una sudadera que me llegaba por debajo de ellos, un moño desordenado y, obviamente, roja.
Le devolví el gesto, esbozando una sonrisa.
-Bueno, ya me ib...
-Puedes quedarte-dijo él, a la vez que yo abría la boca.-Si quieres, claro.-añadió.-Yo tampoco puedo dormir.
¿Cómo iba a decirle que no, con lo que me gustaban a mí los chicos que tocaban el piano, y con lo que me gustaba Leon?
Me senté a su lado en el banco y me fijé en sus manos, intentando contener la sonrisa tonta que sabía que tenía. Pero giré la cabeza justo antes de que empezara, y me estaba mirando, sonriendo. Le devolví el gesto, y pude ver como su sonrisa se hacía más ancha, más sincera. Después, él volvió la vista a la partitura y empezó a tocar.
La última canción que recuerdo de aquella noche fue la nana de Brahms.

Valeria Vailati
Me parecía raro que ni Elva ni Leon hubieran bajado a desayunar. Eran ya las once y a las dos teníamos que estar listos para irnos a Starnberg. Aunque conociendo a Elva, como ayer había habido tormenta, se habría quedado hasta tarde escribiendo.
Levanté la vista de mis tostadas y encontré a Javier con la mirada clavada en mí.
-¿Qué?-le espeté, lamentando al instante mi falta de tacto. No era una buena persona por las mañanas. Javi no respondió, volvió la vista a su vaso de leche. Se lo bebió de un trago.-¿¡Qué pasa!?
-Nada.-dijo él sin levantar la vista. Yo bufé. Se abrió la puerta del comedor y la cabeza despeinada de mi mejor amiga se asomó.
-Buenos días.-dijo con una sonrisa en general. Algo bueno le habría pasado, si no no estaría tan feliz. Me levanté.-Valeria, Javi, ¿podéis venir un momento?
Salimos los dos al pasillo. Elva tenía ojeras y tenía una sudadera puesta, como si hubiera dormido con ella. Javier y yo nos miramos enigmáticamente y la seguimos hasta el final del pasillo. Su sonrisa se ensanchó, pero no dijo nada.
-¿Quieres decirnos qué te pasa? Porque pocas veces te he visto yo despertarte con una sonrisa.-le dijo Javi, Yo asentí, imaginándome ya de todo. Obviamente, había pasado algo con Leon.
-Ayer-empezó ella.- no podía dormir, ni tampoco escribir.
-Estás de coña-interrumpió Javier.- Ayer había tormenta.
-Da igual-dijo Elva.-No sé, tenía la mente perdida. Da igual, el caso es que había alguien tocando el piano en la sala de al lado a mi habitación.
Sentí inmediatamente mi sonrisa igualando a la suya.
-Fui a ver quién era, y... bueno, era Leon. Me quedé con él, escuchándole tocar... Hasta que me dormí.
-Espera, ¿qué?-pregunté yo sin contenerme.-¿Te dormiste mientras Leon tocaba el piano? ¿Dónde estabas?
-Sí, en el banco del piano...
-No lo pillo. Osea, sí, muy bien y todo, pero, ¿por qué estás tan feliz?-dije.
-¿No lo entendéis? Me dormí en el banco... y me desperté en mi cama, bajo las sábanas.
Javier y yo nos quedamos callados varios minutos, asimilando.
-Suena a un puñetero cuento de princesas.-dije.-Yo también quiero-añadí, gritando y abrazando a mi amiga. Javier se unió al abrazo. Era como en los viejos tiempos, cuando teníamos catorce años y cada vez que un chico guapo pasaba cerca de nosotras en el instituto nos poníamos rojas  y a dar saltitos, o cuando Javier hablaba por fin con alguna chica que no fuéramos nosotras. Nos separamos tras unos minutos, todos con sonrisas en la cara, y nos dispusimos a volver a nuestras habitaciones para prepararlo todo.
Oímos los pasos acelerados de alguien en las escaleras y a Elva no le dio ni tiempo a ponerse roja. Leon apareció de la nada y nos miró a los tres, sonriendo.
-Buenos días-dijo, mirando a Elva.
-Buenos días-respondió ella lo más seria que pudo, intentando contener la emoción en el momento. Sabía que, de ser por ella, se habría puesto a gritar allí y en aquel momento. Yo le dediqué una sonrisa a Leon y subimos corriendo las escaleras, seguidas por Javier, los tres riéndonos por lo que acababa de pasar.

Elva Valles
Estábamos en el hall, ya con todas las maletas preparadas, esperando a que bajara Marlon. Leon estaba sentado sobre su maleta con los ojos casi cerrados, igual que yo. No llegué a saber cuánto tiempo dormí aquella noche. Valeria y Javi estaban hablando fuera, Joachim y Tina en la cocina acabando de preparar la comida, y Sarah, Jimi y Kevin estaban hablando en una esquina.
Cuando bajó Marlon, sus padres salieron de la cocina y todos cogimos nuestras maletas. Había tres coches aparcados delante de la casa. Joachim y Tina se metieron cada uno en uno y yo me estaba preguntando quién conduciría el último cuando Hans Wolfarg, el representante de Joachim salió de él para saludarnos. Tenía tanto sueño que ni abrí la boca para contestar. Solo recuerdo que los abrí mucho cuando Javi, Valeria y yo nos metimos en ese coche, Javi en el de delante, Valeria y yo en los de atrás, y me di cuenta de que iba a compartir un viaje sentada al lado de Leon, porque él ya estaba sentado ahí.
Solo recuerdo que, cuando llegamos a Starnberg, me costó abrir los ojos porque me había dormido. Otra vez. En el hombro de Leon. Y Valeria no había hecho nada para impedirlo.

-Elisa

miércoles, 11 de septiembre de 2013

3. München



N/A: De ahora en adelante, se indicará quién narra la parte del capítulo con su nombre en cursiva. Espero que os guste e intentaré actualizar más seguido a partir de ahora :)

Elva Valles

No podía creerme que mis padres hubieran dicho que sí. Aunque mi madre se hubiera empeñado en venir conmigo en el viaje, me daba igual.
Estaba en el avión Madrid-Múnich, sentada en una fila con mi madre y Javi, y Valeria se había sentado en la de detrás con Joachim y Marlon, alegando que Marlon le estaba “enseñando alemán”. Mi madre había quedado rendida al entrar por la puerta, pero yo me dispuse a hablar con Javi. Tenía algo que decirle.
-Y entonces se puso delante del otro, le pegó una patada al balón, y chaval, salió despedido, el portero se quedó flipando, ni siquiera se movió de donde estaba y...
Solo entonces me di cuenta de que me estaba hablando.
-Javi-le interrumpí. Él se calló y me miró, acercándose hasta quedar muy cerca de mí. Tomé aire y la pregunta salió de mi boca sin pensar.- ¿Desde cuando te gusta Valeria?
Él me miró, incrédulo, con los ojos muy abiertos, y se separó de mí. Se irguió en su asiento y no habló hasta pasados unos segundos.
-¿Tanto se me nota?-preguntó, y se echó a reír. Yo lo seguí.
-En serio. Dudo que ella se haya dado cuenta, Javi, pero yo sí.
-Me conoces mejor que yo mismo.-replicó él, cogiéndome de la mano.
-Ahora de verdad, Javi. ¿Desde cuando?-pregunté de nuevo. Él se lo pensó.
-Supongo que desde siempre. Pero me di cuenta solo hace unos meses.
Recibió un golpe con la revista que estaba en el bolsillo del asiento de delante de mí.
-¿Y no me lo contaste?-dije, fingiendo indignación.
-Me parecía contraproducente.- otro golpe que hizo que mi madre se revolviera en su asiento. Después, nuestras risas hizo que finalmente se despertara y nos mirara con mala cara para después ponerse los auriculares y cerrar los ojos de nuevo.
-¿Y ella qué?-me preguntó Javi.
-No lo sé. Ya sabes como es Valeria. El único chico del que me ha admitido estar enamorada fue Marlon Wessel.
Javi echó un vistazo a los asientos de detrás, donde los tres ocupantes charlaban animadamente, aunque no en alemán. Volvió la vista al frente y resopló.

Valeria Vailati

Marlon había cambiado desde la última película de las Fieras. La había visto tantas veces con Elva que me había aprendido sus rasgos de memoria, pero ahora estaba más alto aún, más delgado, y más moreno. Llevaba el pelo muy corto y tenía un tatuaje en el brazo. Y estaba a escasos centímetros de mí. Lo podía tocar si quisiera. ¡Lo podía tocar! Calma Valeria, ya me estaba sobresaltando. Llevaba tres minutos hablándome de los rodajes cuando me di cuenta de que no había escuchado ni una palabra. Era mi amor platónico, el amor de mi infancia. Y no me podía creer que estuviera allí.
-Valeria-me dijo de repente, devolviéndome a la realidad. Lo miré con una sonrisa.- Te estaba diciendo que si has estado alguna vez en Alemania.
--le respondí.-Mi padre tiene familia en Alemania. Bueno, mi madre es italiana y mi padre alemán, pero siempre vivimos en España.
-¿Has visitado alguna vez Starnberg?-me preguntó, devolviéndome la sonrisa. No tenía una sonrisa de anuncio, pero sus ojos sonreían más aún que sus labios. En los pocos días que habíamos pasado juntos, en Nueva York, en Oviedo, y en Madrid, a cada día me gustaba más que el anterior. Me di cuenta de que eran de un color muy parecido al de Javi, aquellos ojos en los que me había perdido tantas veces... Era irónico que el chico que me gustaba tuviera los mismos ojos que mi amor platónico.
-No-le respondí cuando volví a ser consciente de mí misma. Podía ver a Javi y a Elva hablando delante de mí, pero no se oía nada de lo que decían. Había una razón por la que no le había dicho nunca nada de eso a mi mejor amiga, y era que yo creía que Javier estaba enamorado de ella. Aunque aquello había cambiado hacía unos meses, cuando él había empezado a pasar más tiempo conmigo que con ella. Ahí me di cuenta de que lo quería mucho, pero como amigo y nada más. Y dudaba que él pensara algo más de mí.- ¿Por qué?
-Porque ahí es a donde vamos-me respondió Joachim en vez de Marlon. Volví la vista hacia él. – Es precioso. Os va a encantar- añadió guiñándome un ojo.

Elva Valles

Miré por la ventanilla hasta el momento que aterrizamos. Después, salí corriendo, arrastrando a mi madre y a Javi por el pasillo hasta salir del avión. Nos seguían Joachim, Valeria y Marlon. Tenía unas ganas de llegar a la sala de espera... Por coger mi maleta, claro. No porque Leon Wessel estuviera esperándonos al otro lado. Para nada.
Vi la sonrisa que tenía Valeria pintada en la cara mientras hablaba con Marlon y no podía augurar nada bueno. Al menos para Javi. Recorrimos entre gritos y risas los pasillos del aeropuerto de Múnich hasta llegar a las cintas de las maletas tarde porque varias personas nos reconocieron a mí, a Joachim y a Marlon. Afortunadamente, las maletas no eran grandes, pues ya compraríamos allí cosas, y no habían sufrido ningún daño.
-Vamos al baño, El.-me dijo Valeria. Le eché una mirada de reproche.- ¿Qué?
-Que tu ya hayas conocido a tu príncipe azul no significa que yo haya conocido al mío-señalé las puertas correderas y opacas que había al otro lado de la sala-. Tras esas puertas está el mío.
-Y... no puedes esperar. Vale, pero si te meas encima de la emoción, no es mi culpa.-le di un beso en la mejilla y fui a reunirme con el resto mientras Valeria corría a los baños. Cuando me di cuenta de que debería ir a mirarme al espejo, ya estábamos a cinco metros de la puerta y se acababa de abrir para dejarnos pasar. Al otro lado había una gran cristalera que dejaba ver el cielo azul de Múnich, las pistas de aterrizaje y, al fondo, un gran bosque.
Al principio no lo vi. Estaba sentado en el banco con Kevin, y delante de ellos estaban Jimi y Sarah, por lo que lo ocultaban. Pero cuando Sarah corrió a abrazar a Marlon, dejó al descubierto a un chico rubio, que se levantó para venir a saludarnos. El corazón me dio un vuelco.
Había crecido muchísimo, pero no tanto como su hermano. Era más ancho que él y musculoso, y tenía el pelo rubio un poco largo. Tenía la misma cara de siempre, los mismos ojos marrones que me habían conquistado cuando tenía doce años. La verdad era que no podía haber tenido mejor regalo de cumpleaños adelantado.
Solo habían venido ellos cuatro: Leon, Kevin, Sarah y Jimi, porque el resto estaba en el sitio a donde íbamos a ir a rodar la película, el cual no me habían querido decir. Pero a mí me bastaba. Me quedé junto a mi madre, Valeria y Javi, mientras todos se saludaban, un poco cortada. Pero en seguida vino Sarah a hablar con nosotros. Se presentó, aunque los cuatro sabíamos su nombre (Valeria y yo porque éramos fans de Vanessa, mi madre de tanto oír hablar de ello en casa, y Javi porque era la única chica), y luego dijo que era una gran admiradora de mi libro y que no podía esperar a la traducción al alemán, así que se lo había leído cinco veces en inglés. Sonreí y me dio un abrazo, pero la verdad era que yo estaba ausente. Mi mirada y mi mente estaban fijos en el chico rubio que abrazaba a su padre.
Después vino Kevin, y después Jimi, los dos muy majos. Ya a los cinco minutos de conocernos estábamos riendo. Envidié en silencio a mi madre cuando dijo que se iba a hablar con Joachim y vi desde lejos cómo le presentaba a Leon. Era el único que faltaba.
-¡Elva!-me llamó mi madre de repente. Tan oportuna como siempre. Solo le faltaba decir “Ven a conocer a este chico tan guapo”, como siempre había hecho cuando era pequeña. Menos mal que Leon no hablaba español. O al menos eso era lo que yo tenía entendido.
-¿Sí?-me giré, y dije con la voz más falsa que pude hacer en ese momento. Sentí mis mejillas arder en el momento en que sus ojos se posaron en mí. Sonrió tímidamente.
-¡Ven!- se limitó a decir mi madre. Me aproximé, mirando al suelo, y la odié eternamente cuando en el último momento se separó de Marlon y Leon con Joachim, yendo hacia un mostrador de información. Menos mal que se iba a quedar cinco días en Múnich y luego vuelta a casa a “cuidar” de mi hermano Raúl. Como si un chico de veinte años como él lo necesitara.
Cuando llegué, miré a Marlon intentando que no se me notara el rojo de las mejillas. Me di cuenta de que Valeria y Javi me habían seguido. Intenté sonreír, aparentando tranquilidad.
-Elva- le agradecí eternamente a Marlon ese gesto-, este es mi hermano Leon.
Me giré para quedar de frente a él y me tuve que contener para no empezar a escanear su cara. Él sonrió más anchamente. Yo sonreí. Un calor inhumano me invadió el cuerpo cuando se acercó a mí tímidamente y me dio un beso en cada mejilla, como solo se hacía en España, demasiado cerca de la boca y demasiado lejos de lo que se conoce por “mejillas”. Sentí arder ahí donde me había besado.
-Encantada-murmuré, sin perder la sonrisa.
-Igualmente-me respondió. Su voz sí que había cambiado. No era para nada la voz que se escuchaba en la última película, aún infantil. Normal, habían pasado cuatro años. Era grave pero sin pasarse, con un fuerte acento al hablar en inglés que ni Marlon ni Joachim habrían conseguido aún intentándolo. Me enamoré perdidamente de su voz con tan solo una palabra.
Con el corazón aún en la garganta, me giré para presentarle a mis amigos, pero Valeria me ahorró el trago autopresentándose. Genial, todo iba sobre ruedas. Excepto aquel maldito rojo que no se iba de mis mejillas. Y no se me fue hasta que montamos en coches separados cinco minutos después, pero volvió cuando Marlon anunció que pasaríamos la noche en su casa.
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N/A: si en algún momento leéis Elisa en vez de Elva, lo siento, es que Elisa es mi nombre y a veces se me olvida que en esta historia se llama Elva :))

miércoles, 19 de junio de 2013

2. Nueva York


-Vale, mamá. Os llamaré por la tarde. Acabo de llegar a casa. Sí, Valeria y Javier están conmigo. Vale, vuelvo el lunes a casa. Os quiero.
Elva colgó el teléfono y fijó los ojos en el hombre rubio que estaba a diez metros de ella. Respiró hondo y acortó la distancia.
-Buenos días, señor Masannek-dijo aguantando la respiración.
Elva! Mi escritora favorita. Un placer conocerte al fin-dijo él con una gran sonrisa.
-Puedo decir yo lo mismo de usted-respondió ella relajando el cuerpo. Recibió un abrazo de Joachim y luego se pusieron a caminar por Central Park.
-Estos son mis amigos, Valeria y Javier, señor Masannek-dijo Elva.
-Encantado-dijo él. Valeria y Javier le correspondieron-Mi hijo, Marlon, está llegando. No tardará.
Elva cruzó una mirada con Valeria, la cual comenzó a ponerse roja. Al fin iba a conocer a su amor platónico.
-Bien, Elva. Hace un par de meses comencé a hablar con Uwe Ochsenknecht sobre una posible “vuelta” de las fieras. Estábamos tan emocionados que en menos de un mes terminamos el guión, y nos dedicamos a hacer un casting por toda Alemania para el equipo rival de las Fieras y el resto de personajes. Pero nos faltaba una de las más importantes, una de las protagonistas, Selina. Y hace unas semanas me llegó tu libro, y lo leí, y me encantó. Te busqué por todas partes y, cuando te vi, supe que serías Selina. Y solo me queda ofrecerte el contrato para la película, cuatro meses de rodaje en Suecia, obviamente todo pagado, el seguro incluido. Lo único que necesito es que aceptes tú y que tus padres te den permiso.
Elva se quedó callada. Tenía que decir que sí, tenía que aceptarlo, pero se había quedado sin palabras. Valeria se adelantó.
-Elva quiere decir que sí, señor. Es que está un poco...
-En shock, si me permite la expresión-acabó Javier. Elva pareció despertar de su ensueño cuando unas pisadas por detrás los hicieron girarse.
-¡Marlon! ¡Hijo! Me alegro de que hayas llegado bien.
La verdad era que Marlon no se parecía en nada al Maxi que había interpretado hacía ya tantos años en las Fieras. Era mucho más alto, más rubio, y más guapo, si eso era posible. Elva miró a Valeria, la cual estaba sin respiración. Dejó escapar una risita y saludó a Marlon. Después de presentarle a sus amigos, se giró para hablar con Joachim y dejar a los otros tres hablando. Más bien, a Marlon y a Javier hablando, ya que Valeria estaba demasiado en su mundo.
-Señor Masannek...
-Elva, por favor. Llámame Joachim.
-Vale, Joachim-dijo ella asintiendo-. La verdad es que sería un honor aceptar ese papel. Siempre he sido fan de sus... tus películas, pero no sé actuar.
-Oh, sí que sabes. Un famoso siempre sabe actuar, sea cual sea la situación. No es tan difícil. Lo único sería que probablemente tendríamos que buscar un doblaje...
-Puedo aprenderme los papeles en alemán. Llevo tres años estudiando. No será fácil, pero..
-Eso sería perfecto, Elva. Vamos a hacer una cosa. El único problema en que tú y yo tengamos un trato son tus padres, ¿verdad?
Elva asintió.
-¿Pues qué te parece si os hago una visita dentro de unos días, cuando tú estés en casa, y hacemos como si esto nunca hubiera pasado?
Elva echó una mirada hacia sus amigos, ya animados en una conversación, y se volvió para mirar a Joachim en los ojos. Le cogió la mano y se la estrechó.
-Tenemos un trato, Joachim.

El Starbucks estaba en silencio hasta que abrieron la puerta. El pequeño grupo había escogido a propósito uno tranquilo en las afueras para poder hablar tranquilamente. Pidieron cada uno sus bebidas y se sentaron en una mesa.
-Chicos, si vais a hablar de fútbol, no quiero oírlo-dijo Valeria antes de que nadie pudiera abrir la boca siquiera.
-Lo que la señorita desee-respondió Javier. Se giró en su silla, Marlon lo imitó y comenzaron a hablar en un inteligible alemán sobre algo cuya única palabra que sonaba familiar era “Fußall”. Valeria rodó los ojos y me dirigió a Elva.
-Dios, te odio. Lo consigues todo. Eres perfecta.
Ella rió. Estaba acostumbrada al odio de Valeria, a juzgar por su mirada. No contestó, si no que intentó captar algunas de las palabras de Marlon y Javi.
-Elva. ¡Elva! Tierra llamando a Elva. Vuelve a tu planeta, cielo.
-Lo siento, Vale. Sabes que me encanta el alemán. Nunca había oído a Javi hablándolo tan...
-¿Emocionado? Pobre.
-¡Oye! Que esté hablando en alemán no significa que me haya olvidado del español, preciosas-respondió Javier de pronto. Marlon lo miró sin comprender, pero pronto estuvieron los cuatro riendo.
-Voy al baño-dijo Elva. Se levantó, interrumpiendo la tranquilidad del sitio, y se alejó hasta la puerta que tenía dibujados a un hombre y a una mujer. Empujó la puerta y desapareció detrás de ella.
-Vale, escuchadme. Tú Marlon, necesitamos tu ayuda. El mes que viene es el cumpleaños de Elva, que coincide con el día en el que llegaríamos a sitio de rodaje, si todo sale como está planeado. Pero a parte de eso, queremos planear otra sorpresa. ¿Podrás ayudarnos?-explicó Javier.
Marlon los miró inquisitivos, pero después, accedió.
-Bien, ¿de qué se trata?

Era un placer caminar por un aeropuerto sin maletas, simplemente disfrutando del ambiente del JFK, buscando la puerta de embarque al vuelo de Madrid, con un café en la mano y el periódico en la otra. Era una de las ventajas de volar de noche, te daban comida cada dos por tres ya que seguían los horarios de ambas ciudades.
-Javier-dijo Valeria de repente.
-¿Qué?
-¿Ves esa máquina de ahí?
-Sí...
-Bien. Vete a comprarme una botella de agua.
-Tendrás cara. Levanta tu gran trasero de la silla y muévelo hasta allí, son diez metros, Valeria. No te quejes.
Valeria resopló y Elva sonrió.
-Pero vaya amigo que tenemos, Elva. De verdad. ¿Quién nos manda traerlo de viaje con nosotras? Das asco, Javierito-dijo sacándole la lengua. Él se la devolvió.
-Sois peores que un matrimonio-resopló Elva, levantándose y sacando un dólar del bolsillo. Caminó lentamente hasta la máquina, bostezando, y sacó una botella de agua. Volvió a su sitio y se fijó en la cara de aprobación de Valeria. Quitó el tapón con los dientes y vació la botella de un trago, tirándola a la basura más cercana con un tiro digno de la NBA.
-¡EH! ¡Yo quería beber!-gritó Valeria.
-Pues levantas tu gran trasero de la silla y lo mueves hasta allí, Vale. No es muy difícil- contestó Elva reprimiendo la risa.
-Te odio-replicó Valeria-. Os odio.
“Aviso a los pasajeros con destino: Madrid, del vuelo IB28389, con salida a las 00:15. El avión tendrá una hora de adelanto debido a problemas meteorológicos, por lo que les rogamos que se dirijan ya a la puerta G6 y procedan al embarque”.
Los tres se miraron, dijeron un “mierda” colectivo, y corrieron por todo el aeropuerto buscando la puerta correcta. Al final, cuando llegaron y ya se metieron en el túnel que los llevaría al avión, echaron un último vistazo a Nueva York.
-Me encanta ver amanecer desde aquí- dijo Javier de repente.
-¿Pero tú que eres, tonto, o qué? ¿No ves que son las once de la noche?
-Déjalo, Valeria. A Javier solo le gustan dos cosas. La comida, y hacerte rabiar. Así que déjalo, por el amor de Dios-dijo Elva entre risas- ¿Verdad, Javi? ¿Verdad que solo son esas dos cosas las que te gustan?
Valeria pasó por alto la sonrisa sonrojada de su amigo, pero Elva no. Lo cuestionó con los ojos, pero este los apartó y volvió a dirigirlos a la ventana. Hacía frío fuera, y el cristal estaba empañado. Valeria era la primera en la fila, así que pasó antes que Elva y Javier. Elva se giró un momento para decirle a Javier que ya entraban, pero vio lo que había escrito su amigo en la ventana: “Adiós, NueVa York”, con la V remarcada.

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-Elisa

sábado, 11 de mayo de 2013

1. Los Ángeles


Nota inicial: Para hacer la historia lo más real posible, los diálogos en español estarán en letra normal, en inglés en cursiva y en alemán en negrita. Espero que os guste :)

Los Ángeles estaba amaneciendo. El sol se estaba elevando desde el este, bañando a la ciudad con un tono anaranjado digno de una obra de arte. Brilló justo por encima de las letras de Hollywood e inmediatamente las calles se llenaron de estrellas de cine, del deporte, políticos, e incluso algún que otro artista. Todo comenzaba a despertar.
El teléfono que resonó por toda la habitación amenazó con despertar a todo el vecindario hasta que una figura se levantó arrastrando consigo las mantas que se le pegaban. Descolgó el teléfono, bostezó, y contestó a la llamada.
-¿Diga?
-Hola, buenos días- “sí, buenos días para usted” pensó, mientras se sentaba en una de las mesas de la cocina-. Me llamo Hans Wolfarg y soy el representante del señor Joachim Masannek, célebre escritor y guionista alemán.
La figura que se recortaba en negro contra los amplios ventanales que daban vista a toda la ciudad dio un salto y desparramó todo el zumo de naranja que había en la jarra por toda la mesa. Maldijo por lo bajo y cambió rápidamente de idioma.
-Sí, disculpe. Soy Elva. ¿Quería hablar conmigo?
-Positivo, señorita. El señor Masannek se dirige hacia New York esta noche para tratar asuntos con usted, como ya le habíamos comunicado hace dos semanas.
-Odio las llamadas matutinas-murmuró por lo bajo en español.
-¿Disculpe?
-Nada, perdón. Es demasiado pronto en este lado del hemisferio, señor Wolfarg. Sin embargo, debería hablar con mi representante, el cual ahora mismo está en NY. Yo me encuentro en LA hasta esta tarde y no llegaré a mi casa hasta la madrugada.
-Bien, se lo transmitiré. Recibirá pronto una llamada del señor Masannek.
-De acuerdo, gracias. Que tenga un buen día.
-Lo mismo le deseo. Y, por cierto, soy un gran fan- colgó antes de que pudiera añadir nada más, y tiró el móvil encima de la cama. Después, cogió la almohada, se la enroscó alrededor de la cabeza, y se dejó caer al suelo, soltando un gruñido, hasta que sus tripas rugieron y se vio obligada a levantarse para hacerse el desayuno.
-La vida de una estrella da asco algunas veces-se dijo para sí misma mientras metía el pan en la tostadora.
Unos leves ronquidos la hicieron girarse y recoger la almohada del suelo. Se acercó a la cama de la que se había levantado y repartió almohadazos por doquier a aquel bulto que se escondía debajo de las sábanas hasta que oyó bufar a quien se encontraba debajo
-Buenos días princesa-dijo Elva, con ironía en la voz.
-¿Sabes?-replicó Valeria- Me gusta que me despierte cualquier persona con esa frase menos tú.
-Ya lo sé-añadió.
-¿Qué hora es?
-Las seis.
-Te voy a matar.
-Lo sé.
Valeria se levantó de la cama a regañadientes.
-De verdad que a veces te odio.
-También lo sé, Vale, no hace falta que me lo jures.
-Me voy a la cama. A una habitación. Con esta luz y lo de que no tengan persianas no se puede dormir-dijo mientras se daba la vuelta, observando las puertas que partían del salón central.
-Siempre y cuando quieras compartir cama con Javier, adelante, segunda puerta a la derecha de la del baño.
Valeria tardó en procesar sus palabras y se volvió a tirar en la cama.
-Te odio.
-Ya me lo habías dicho. Buenas noches.
-Buenas noches a ti también.
Elva suspiró y se volvió para controlar las tostadas. Unos hilillos de humo ascendían de las rendijas y el olor a quemado ya se empezaba a extender por la sala.
-Mierda-maldijo en voz baja, apagando la tostadora y sacando el pan de dentro-Hoy no hay tostadas, Elva.
Abrió un armario y sacó harina, huevos y demás ingredientes para hacer tortitas. Comenzó a preparar la comida para los tres y oyó como Valeria se quejaba. Decidió ignorarla.
-¿Puede ser que huela tortitas?
-Glotón, ya sabía yo que solo con el olor te despertarías...-le contestó a su mejor amigo sin girarse. Oyó cómo corría hacia ella y sintió sus brazos agarrándola por detrás, dándole un abrazo de buenos días.-Sé yo que solo me quieres por las tortitas, Javier.
-Puede-rió él.
-Ya que estás, mira a ver si despiertas a Vale. Ya van a ser las siete y a las nueve tenemos que estar en el teatro.
-De acuerdo, mi capitán. Por cierto, ¿quién llamó hace una hora?-preguntó mientras se sentaba encima de donde deberían estar las piernas de Valeria, la cual soltó un gruñido y se destapó. Los fulminó con la mirada a los dos y, aguantando la risa, se dirigió al baño, cerrando la puerta.
-Era Hans, el alemán. Quería recordarme lo de Joachim...
-¿Lo de quién?
-Lo de Joachim. Aquel otro alemán que me llamó para hablar conmigo de un asunto secreto, el cual aún no sé...
-Aaaaaaah, ya, ya sé. El de los pelos largos.
Elva rió.
-Sí, Javi, sí, el de los pelos largos-dijo revolviéndole los cortos mechones de su cabeza.-Parece mentira que tengas un año más que yo, pequeño.
-Eso debería llamártelo yo a ti, enana-dijo mientras le empezaba a hacer cosquillas por todo el cuerpo y ella se doblaba de la risa- Echo de menos los tiempos en los que éramos simplemente tú y yo, en Oviedo, y tú no eras famosa ni nada por el estilo. Estoy cansado de que digan que eres mi novia cuando eres mucho más importante que eso: eres mi hermana.
Ella se quedó sin palabras por aquel repentino ataque de sinceridad.
-Yo también te quiero, Javi.
Después, se dirigió a la encimera y sacó el plato de tortitas junto al sirope de chocolate.
-Y yo te quiero más a ti y a tus tortitas, pequeña-respondió él, a lo que Elva le dio una bofetada cariñosa.
Comieron en silencio observando el cielo de Los Ángeles y esperando por Valeria. Cuando esta salió del baño, ya preparada con un vestido beige y unas sandalias doradas, los tres recogieron sus cosas, hicieron la maleta y bajaron al vestíbulo del hotel, donde un taxi los esperaba.

-Esta-comenzó a decir Valeria con la boca llena-es la mejor comida que he probado en mi vida.
-Sí, cielo, y la nuestra también lo sería si comieras con la boca cerrada- replicó Elva. Valeria le hizo caso y después se echó a reír.
-Este es el restaurante más caro de la ciudad-añadió Javier.- No me extraña que la comida sea tan buena, Vale, si pensaras un poco...
-Perdone, don Perfecto, pero...-no le dio tiempo a terminar la frase, pues el móvil de Elva, que estaba encima de la mesa, comenzó a vibrar. Ella lo cogió y, reconociendo un número alemán, cambió rápidamente de idioma y descolgó.
-¿?
-Buenas tardes, Elva. Soy Joachim Masannek y creo que esta mañana te llamó mi representante, para decirte que necesitaba hablar contigo sobre mi próxima película.
Elva casi se atraganta. ¿Película? Nadie había dicho nada de película y, teniendo en cuenta que él era el escritor de los libros que habían llenado su infancia, aquello solo podía significar una cosa. Elva cogió su vaso de agua y bebió un trago. Después, respondió.
-Sí, me llamó. Dígame, señor Masannek, ¿sobre qué quería hablar? ¿Una película? Nadie me había dicho nada de película-Elva miró a sus amigos cómo le hacían gestos para que se tranquilizara.
-Sí, eh, estamos pensando en hacer una nueva película sobre las Fieras Fútbol Club, y por ello quería contar con tu ayuda, Elva. Necesitamos más gente, y hemos pensado que nos pareces una persona perfecta para formar parte del casting.
Elva se quedó sin palabras. ¿Participar en una película de una de sus sagas favoritas? No sabía ni como reaccionar, así que esperó a que Joachim siguiera.
-Bien, pues, ahora que ya lo sabes, esta noche cogeré un avión desde Berlín a New York. Mañana nos vemos a las diez de la mañana en la entrada norte de Central Park, y lo hablamos, ¿te parece? Pueden venir también tus encantadores amigos, uno de mis hijos viajará conmigo.
“Espera espera espera espera. ¿Había dicho uno de sus hijos? ¿Cuál de los dos, Marlon, el eterno amor de Valeria, o Leon, MI amor platónico?” pensó Elva. Pero no lo dijo. Simplemente miró a sus amigos y volvió a responder.
-Será un placer, señor Masannek. Allí estaré.
-Perfecto, Elva, Te daré entonces toda la información.
-Muchas gracias, de verdad. No sabe lo que esto significa para mí.
-Gracias a ti. Un saludo. Hasta mañana.
-Hasta mañana, señor Masannek.
Separó con lentitud el teléfono de su oreja y dirigió una mirada nerviosa a sus amigos, quienes esperaban expectantes.
-¿Y bien, Elva?
-¿Cuál es la buena noticia?
Se quedó callada unos segundos.
-Creo que voy a cumplir uno de mis sueños-respondió.
-Claro que sí, ya lo has cumplido. ¡Eres escritora!
-Lo sé, Javi. No me refería a eso. Me refería al otro sueño.
Javier y Valeria parecieron no entender, así que Elva intentó explicarse:
-“Alles ist gut...
-...solang du wild bist!”*- terminó Valeria, y abrazó a su mejor amiga, comprendiéndolo todo.
-Lo que vosotras digáis-dijo Javier entre risas.
Ellas lo abrazaron mientras se levantaban de la mesa, se despedían de la gente, y cogieron las maletas para dirigirse al aeropuerto, de vuelta a New York.


-Elisa

* Traducción: Todo irá bien mientras seas una fiera.