Elva Valles
Hice un agujero en la página de
lo mucho que estaba calcando con el bolígrafo. Había estado repasando la misma
palabra (“azul”) durante los últimos cinco minutos. Cerré la libreta de golpe y
tiré el boli al suelo. Me levanté de la cama y abrí la ventana. Estaba
lloviendo, e iba a haber tormenta. Mis momentos favoritos, en los que mejor me
inspiraba. Entonces, ¿por qué narices no había escrito más de cuatro palabras
en la pasada media hora?
La lluvia no era torrencial, pero
era de aquella de gotas gordas que repicaban contra las farolas monótonamente.
A lo lejos oí un piano, pero no sabía decir si venía de la casa en la que
estaba o de la mansión al otro lado de la calle.
Llevaba dos horas en la casa de
Leon, y no lo había visto. No había cenado con nosotros, había subido
directamente a su habitación, alegando que tenía sueño. Pero su maldita
habitación estaba en frente de la mía. No había cuatro pisos ni nada... y tenía
que estar yo en el cuarto, con él, el resto en la tercera planta, y Joachim y
su mujer en la segunda. Por lo que compartíamos pasillo. Y, al parecer, baño.
Aunque me habían asegurado que sería solo para mí, no me habría molestado en
absoluto compartirlo con Leon...
El sonido de las notas del piano
se hizo más fuerte, como si la persona que tocara estuviera pulsando las teclas
con furia. Cerré la ventana, ahogando el sonido de la lluvia, y el piano se
hizo aún más fuerte. Sabía que había una sala con varios instrumentos de música
al lado de mi habitación, pero no me parecía producente que alguien lo
estuviera tocando a medianoche. Sin embargo, no tenía sueño, y la curiosidad
pudo conmigo.
Abrí la maleta de una patada y
cogí una sudadera. Apagué la luz y un rayo iluminó el pasillo. El piano dejó de
sonar un instante y luego siguió. Salí al pasillo, descalza, y no cerré la
puerta, por si acaso. Anduve de puntillas un par de metros, hasta darme cuenta de
que la sala de música estaba abierta de par en par. Me asomé por el marco de la
puerta.
Un gran piano de cola estaba en
el centro de la habitación, el suelo totalmente cubierto por partituras y
tablaturas, un par de guitarras apoyadas contra la pared y muchos armarios.
Leon estaba sentado de espaldas a la puerta, vestido con un pijama negro que le
quedaba grande, y descalzo. A cada nota, la presión en las teclas aumentaba, el
sonido haciéndose más y más fuerte. Sus pies se levantaban y se volvían a bajar
sobre los pedales y su cara se reflejaba en el piano. También me reflejaba yo.
Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Me giré para volver a mi
habitación. La música cesó.
-Mierda-reconocí la palabra en
alemán porque los tacos son lo primero que te enseñan. No me di la vuelta, más
que nada porque sentía la sangre subir por todo el cuerpo hasta mis mejillas.
Empecé a tener mucho calor y lamenté haber cogido la sudadera.-Lo siento. No me
di cuenta de que estabas en este piso... Perdón.
Respiré un par de veces. No me
había reconocido. Llevaba el pelo en un moño, y solo me había visto por detrás,
así que no sabía quién era. Me relajé y me di la vuelta lentamente.
Él también estaba rojo, pero
probablemente por estar tocando el piano tanto tiempo seguido y con tanta
fuerza. Se había levantado de la banqueta y tenía el pelo revuelto, como si
acabara de levantarse.
-Nada. No te preocupes. No estaba
durmiendo. No podía dormir-conseguí decir a duras penas.
Leon asintió con la cabeza.
Joder, qué guapo estaba, todo colorado, en pijama y con el pelo todo
enmarañado. Aunque yo no estaría mejor, con unos pantalones cortos azules y una
sudadera que me llegaba por debajo de ellos, un moño desordenado y, obviamente,
roja.
Le devolví el gesto, esbozando
una sonrisa.
-Bueno, ya me ib...
-Puedes quedarte-dijo él, a la
vez que yo abría la boca.-Si quieres, claro.-añadió.-Yo tampoco puedo dormir.
¿Cómo iba a decirle que no, con
lo que me gustaban a mí los chicos que tocaban el piano, y con lo que me
gustaba Leon?
Me senté a su lado en el banco y
me fijé en sus manos, intentando contener la sonrisa tonta que sabía que tenía.
Pero giré la cabeza justo antes de que empezara, y me estaba mirando,
sonriendo. Le devolví el gesto, y pude ver como su sonrisa se hacía más ancha,
más sincera. Después, él volvió la vista a la partitura y empezó a tocar.
La última canción que recuerdo de
aquella noche fue la nana de Brahms.
Valeria Vailati
Me parecía raro que ni Elva ni Leon hubieran bajado a
desayunar. Eran ya las once y a las dos teníamos que estar listos para irnos a
Starnberg. Aunque conociendo a Elva, como ayer había habido tormenta, se habría
quedado hasta tarde escribiendo.
Levanté la vista de mis tostadas y encontré a Javier con la
mirada clavada en mí.
-¿Qué?-le espeté, lamentando al instante mi falta de tacto.
No era una buena persona por las mañanas. Javi no respondió, volvió la vista a
su vaso de leche. Se lo bebió de un trago.-¿¡Qué pasa!?
-Nada.-dijo él sin levantar la vista. Yo bufé. Se abrió la
puerta del comedor y la cabeza despeinada de mi mejor amiga se asomó.
-Buenos días.-dijo con una sonrisa en general. Algo bueno le
habría pasado, si no no estaría tan feliz. Me levanté.-Valeria, Javi, ¿podéis
venir un momento?
Salimos los dos al pasillo. Elva tenía ojeras y tenía una sudadera
puesta, como si hubiera dormido con ella. Javier y yo nos miramos
enigmáticamente y la seguimos hasta el final del pasillo. Su sonrisa se
ensanchó, pero no dijo nada.
-¿Quieres decirnos qué te pasa? Porque pocas veces te he
visto yo despertarte con una sonrisa.-le dijo Javi, Yo asentí, imaginándome ya
de todo. Obviamente, había pasado algo con Leon.
-Ayer-empezó ella.- no podía dormir, ni tampoco escribir.
-Estás de coña-interrumpió Javier.- Ayer había tormenta.
-Da igual-dijo Elva.-No sé, tenía la mente perdida. Da
igual, el caso es que había alguien tocando el piano en la sala de al lado a mi
habitación.
Sentí inmediatamente mi sonrisa igualando a la suya.
-Fui a ver quién era, y... bueno, era Leon. Me quedé con él,
escuchándole tocar... Hasta que me dormí.
-Espera, ¿qué?-pregunté yo sin contenerme.-¿Te dormiste
mientras Leon tocaba el piano? ¿Dónde estabas?
-Sí, en el banco del piano...
-No lo pillo. Osea, sí, muy bien y todo, pero, ¿por qué
estás tan feliz?-dije.
-¿No lo entendéis? Me dormí en el banco... y me desperté en
mi cama, bajo las sábanas.
Javier y yo nos quedamos callados varios minutos,
asimilando.
-Suena a un puñetero cuento de princesas.-dije.-Yo también
quiero-añadí, gritando y abrazando a mi amiga. Javier se unió al abrazo. Era
como en los viejos tiempos, cuando teníamos catorce años y cada vez que un
chico guapo pasaba cerca de nosotras en el instituto nos poníamos rojas y a dar saltitos, o cuando Javier
hablaba por fin con alguna chica que no fuéramos nosotras. Nos separamos tras unos
minutos, todos con sonrisas en la cara, y nos dispusimos a volver a nuestras
habitaciones para prepararlo todo.
Oímos los pasos acelerados de alguien en las escaleras y a
Elva no le dio ni tiempo a ponerse roja. Leon apareció de la nada y nos miró a los
tres, sonriendo.
-Buenos días-dijo, mirando a Elva.
-Buenos días-respondió ella lo más seria que pudo,
intentando contener la emoción en el momento. Sabía que, de ser por ella, se
habría puesto a gritar allí y en aquel momento. Yo le dediqué una sonrisa a
Leon y subimos corriendo las escaleras, seguidas por Javier, los tres riéndonos
por lo que acababa de pasar.
Elva Valles
Estábamos en el hall, ya con todas las maletas preparadas,
esperando a que bajara Marlon. Leon estaba sentado sobre su maleta con los ojos
casi cerrados, igual que yo. No llegué a saber cuánto tiempo dormí aquella
noche. Valeria y Javi estaban hablando fuera, Joachim y Tina en la cocina
acabando de preparar la comida, y Sarah, Jimi y Kevin estaban hablando en una
esquina.
Cuando bajó Marlon, sus padres salieron de la cocina y todos
cogimos nuestras maletas. Había tres coches aparcados delante de la casa.
Joachim y Tina se metieron cada uno en uno y yo me estaba preguntando quién
conduciría el último cuando Hans Wolfarg, el representante de Joachim salió de él
para saludarnos. Tenía tanto sueño que ni abrí la boca para contestar. Solo
recuerdo que los abrí mucho cuando Javi, Valeria y yo nos metimos en ese coche,
Javi en el de delante, Valeria y yo en los de atrás, y me di cuenta de que iba
a compartir un viaje sentada al lado de Leon, porque él ya estaba sentado ahí.
Solo recuerdo que, cuando llegamos a Starnberg, me costó
abrir los ojos porque me había dormido. Otra vez. En el hombro de Leon. Y
Valeria no había hecho nada para impedirlo.
-Elisa
Necesito leer el proximo capitulo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarEstoy en ello, espero subirlo esta semana. Muchísimas gracias por comentar :)))
EliminarGracias, lo espero ansiadamente ;-)
EliminarSiento haber tardado tanto, pero ya está el siguiente :)))
EliminarMil gracias, espero que ahora puedas escribir mas porque son vacaciones!!!!!!!!
ResponderEliminar:)
Espero poder subir a lo largo de esta semana ahora que ya no tengo exámenes :) ¡Gracias por leer!
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